Aquí tenemos a esta encantadora criatura femenina, que parece saber qué es exactamente lo que desea de la vida, y cómo puede conseguirlo. El Arquero intuye que los objetivos de la chica capricorniana no son insignificantes, sino que pueden ser tan colosales como los suyos propios, y esto lo emociona. Es callada y modesta, no lo interrumpe cuando él habla de sus ideas y ensueños, y esto la distingue como una dama en verdad muy especial. A él le parece que es una chica afable, dócil, femenina. Femenina y atractiva. El Arquero está cometiendo un tremendo error. Es posible que ella haya nacido bajo un signo solar femenino, pero el que rige su naturaleza es el planeta masculino Saturno, y es difícil encontrar un planeta más masculino que este. Aunque es posible que tenga modales afables. es cualquier cosa menos dócil. Quizá sea atractiva, pero él no debería imaginarla haciendo girar un parasol con ribetes de encaje, marchando de puntillas bajo el manzano del patio trasero, y dejando caer un pañuelo perfumado para provocarlo. Esta chica es dura. Al fin y al cabo es una Cabra montaraz, cualquiera que sea su sexo. Digerirá cualquier cosa, con tal de llegar a destino. Para la capricorniana, una «tontería» es todo lo que le hace perder el tiempo y no tiene un objetivo concreto. Esto incluye categóricamente los coqueteos ociosos y los amoríos pasajeros. Observen que no he dicho que es enemiga de los coqueteos, sino sólo de los coqueteos ociosos. Tampoco he dicho que es enemiga de los amoríos, sino sólo de los amoríos pasajeros. La distinción puede ser importante, tarde o temprano. Lo que sucede es que la chica capricorniana desea saber cuáles son tus intenciones antes de que las tengas. O quizá debería decir antes de que el hombre Sagitario haya pensado cuáles podrían ser sus intenciones respecto de ella. Ojalá no sean las mismas que alimenta respecto de la mayoría de las mujeres, porque entonces será mejor que la olvide.
Los Arqueros son típicamente bastante promiscuos en cuestiones románticas, y no suelen ser los hombres más fieles del mundo, por lo menos mientras exploran y buscan e investigan el entorno. Después de haber hallado a su dama Ginebra, a su doncella Marian, o a quien sea, el caballero regido por Júpiter (que se ve a sí mismo como un Robin Hood y un Lancelote) es capaz de tributar una devoción y una lealtad teñidas por la pureza de Camelot. Pero mientras cabalga por Sherwood montado en su corcel blanco, buscando, su armadura reluciente puede empañarse un poco. Por supuesto, el amor, el auténtico amor, puede volver a lustrarla enseguida. La armadura empañada no detendrá a esta mujer. Es tan práctica en el amor como en todo lo demás. Si la armadura está herrumbrosa, es posible frotarla hasta dejarla limpia y brillante, como nueva… y nadie notará la diferencia. No hay por qué ofuscarse por un poco de moho, si éste se puede eliminar. El ayer ha pasado, El hoy está aquí. Pero ojo con el mañana. Es posible que ella le perdone a su Arquero las trasgresiones pasadas, y tiene la sensatez y la seguridad emocional suficientes como para confiar hoy en él… pero no tolerará fechorías en el futuro, porque si las comete será ella quien lo relegará a su pasado, casi sin un aleteo de sus largas pestañas femeninas, para que se reúna allí con el recuerdo de los escasos errores que cometió a lo largo de su vida (y tratándose de la cautelosa capricorniana, podrán contarlos con los dedos de una mano). Su dureza no disuadirá inmediatamente al Arquero. Recuerden que él nació bajo un signo solar masculino y que está regido además por el masculino Júpiter. Una doble vibración viril. Así que no es probable que rehuya el desafío. Esta chica no es de aquellas que puede subyugar un amante pusilánime, pero el hombre Sagitario no es pusilánime. Sólo es un poco torpe cuando debería ser diplomático.
Es posible que suelte sin proponérselo un comentario ingenuo que la ofenderá en su dignidad. (Las chicas Cabras son tremendamente dignas, sobre todo en público.) No se trata de que ella no valore el ingenio (ella misma tiene un sentido del humor versátil y delicioso), pero las historias largas y aburridas la fastidian, los modales groseros la repelen… y no le gustará oír cómo analizan candorosamente sus defectos delante de terceros. Éste es precisamente uno de los talentos más obvios del Arquero. (Soy generosa cuando lo denomino «talento».) Sin embargo, la Cabra valorará su franqueza. Y él, a su vez, admirará la de ella. En este ámbito se llevarán muy bien. Ella es sensata y práctica, y no suele pintar las cosas con colores más rosados que los reales… y él dice lo que piensa, y se niega a disfrazar la verdad con un lenguaje refinado. A ninguno de los dos le gusta andar con rodeos, y ésta es una cualidad compartida que formará una base sólida para su empatía recíproca, aunque pueda doler a sus amigos. Si estás visitando a esta pareja en su hogar, y al día siguiente deben levantarse temprano para ir a trabajar o para coger un avión o para lo que sea, les recordarán inexorablemente que se ha hecho tarde, en el caso de que la tertulia se prolongue más allá de la hora en que las carrozas se transforman en calabazas… Capricornio lo hará con modales delicados, afables y corteses, y Sagitario con franca y cordial sinceridad. Pero te lo recordarán. Sabrán que se han excedido en su visita. No les quitarán literalmente el felpudo de bienvenida de abajo de los pies cuando se vayan, pero captarán nítidamente el mensaje.
Es posible que estos dos compartan el interés por la música o el arte, por el derecho o la religión, y él recibirá la impresión de que ella está dispuesta a sacrificarlo todo en aras de su vocación. Es así. Si la Cabra vive en una ciudad pequeña, por ejemplo, y asiste a una escuela secundaria donde no dictan todos los cursos de arte que necesita, se empleará en una gasolinera, donde llenará depósitos y fregará parabrisas —«¿Le controlo el aceite, señor?»— con el fin de ahorrar el dinero suficiente para ir donde enseñan lo que desea aprender. Igualmente, la capricorniana casi siempre se las apañará de una manera u otra para vivir con su familia mientras estudia… y dejará el hogar de mala gana para labrarse el porvenir. El Arquero entiende que ella se consagre tenazmente a alcanzar su meta. Él también tiene una plétora de tenacidad. Pero la ruta que él sigue para llegar a la Ciudad de Esmeralda es un poco distinta. El hombre Sagitario siempre está listo para partir rumbo a Oz o Shangri-La con un jersey de cuello cisne bajo el brazo y un cepillo de dientes en el bolsillo. Ella no lo acompañará. Tendrá un millón de excusas. «Hay que planearlo», dice ella. «¡Así es más divertido!», replica él. Ella se enfurruña. Él la azuza. Ella se obstina. Es más o menos entonces cuando él empieza a pensar que ella es insípida. Entonces ella hará titilar la tímida sonrisa de Saturno, y él se derretirá y volverá a abordarla, con ánimo jovial y optimista, pensando que debe de haber alguna manera de convencerla. La hay. Bastará que le demuestre que habla en serio, no sólo cuando le dice que la ama, sino también respecto de lo que espera aportar a este mundo y de lo que espera recibir en compensación por sus esfuerzos. El hombre Sagitario rebosa ensueños (hasta que éstos son sofocados por los desengaños de la vida). Le ofrece a ella una cesta llena de estos ensueños, y la Cabra se conmueve, pero espera. Un ensueño está bien, ¿pero dónde está el plano correspondiente? Es imposible construir una casa sin un plano, y lo mismo vale para la construcción de un ensueño. «¡Basta con el deseo para hacerlo realidad!», silba el Arquero, discutiendo con ella. «Esa no es más que una fantasía de Disney —responde la capricorniana—. Se necesita algo más que el deseo. Bueno, está bien, si los deseos son los sueños que soñamos cuando estamos despiertos, como dice tu canción… incluso se necesitan planos para los deseos. Si las cosas no salieran como tú piensas, si nos casáramos y ninguno de los dos tuviera trabajo… ¿qué comeríamos, con qué nos vestiríamos, cómo pagaríamos el alquiler?»
«¡Oh, gente de poca fe!», exclama el Arquero. Es posible que esto la ablande. Él puede intentarlo. Sagitario (como Escorpión) cita a menudo la Biblia para apuntalar un argumento. Esto impresiona como corresponde a la mayoría de las personas, pero la Cabra le pediría pruebas al mismísimo Dios de que Él sabe a dónde va. Dadas las condiciones en que se encuentra el mundo de hoy, ésta es una pregunta sensata, saturnina. «Nosotros producimos estos cataclismos y tragedias, la pobreza y la miseria en la Tierra, no Dios —explica el Arquero—. En cuanto a la astrología, ¿cómo podemos saber que los planetas generan nuestros actos? A lo mejor, nosotros generamos con nuestros actos la trayectoria y la orientación de los planetas.» (Es posible que esto la haga cavilar durante un tiempo.) Cuanto más envejezca la mujer capricorniana, tanto más posible será que le guste recorrer el planeta con su amante Sagitario. Se perdió esta alegría y esta libertad exuberantes cuando era niña, porque nació a la edad de ciento cinco años, más o menos, y su corazón práctico, pero secretamente anhelante, late un poco más deprisa cuando contempla la idea de experimentarlas con el hombre amado. La clave para llegar a su corazón es la paciencia. Pero el consejo no puede ser unilateral. Es posible que ella también necesite un plano para alcanzar la dicha, una vez que el Arquero haya conquistado sus emociones. El la desconcierta, y a veces la hiere —profundamente— con sus palabras descarnadas. Ella debería tratar de entender que él no pretende realmente ser desconsiderado. Su lenguaje sincero es espontáneo, y nace de una especie de compulsión instantánea que lo obliga a decir la verdad. Por cierto, cuando dijo que el cabello le quedaría mejor corto que largo, no hizo más que demostrarle que cuando le dijo «Te amo», hablaba en serio. Este hombre no podría mentir aunque lo intentara.
Desde este punto de vista, el amor de un Arquero es como una póliza de seguro para el romance. Puedes fiarte hasta que te dice que no te ama. Por lo menos con él, lo sabes. Esto es más o menos como tener un plano, ¿verdad? El hombre Sagitario que ha sido rechazado por la mujer que ama podrá hacerse monje franciscano o enrolarse en la marina mercante, pero no será deshonesto consigo mismo… ni con ella. Si miente alguna vez, lo hace convencido de que dice la verdad, y esto es raro porque… bueno, ¿has intentado convencerlo de algo? No es fácil, ni siquiera cuando es él quien trata de ganar una discusión consigo mismo. No se trata de que sea terco (ella lo es), sino sólo de que siempre se le ocurre otro argumento, una nueva idea, para cambiar todo el concepto inicial de la situación. La compatibilidad sexual de estos dos signos solares sólo tropezará con dos problemas, que ellos podrán controlar si lo desean. Dichos problemas son: la propensión de él a decir desconsideradamente algo que puede congelar las emociones de ella, y a pretender después que ella se derrita en sus brazos al cabo de pocas horas (o minutos)… y la propensión de ella a clasificar su amor físico como una necesidad placentera, que debe acomodarse a sus horarios, pero nunca interferirlos, propensión ésta que se combina con su temor a permitir que la pasión domine a la razón. Es posible que a él le parezca que las respuestas sexuales de la capricorniana son demasiado disciplinadas, como si en lugar de estar sometiéndose realmente a los misterios del amor ella sólo estuviera tolerando las necesidades de su cuerpo por una razón práctica. Pero ella nunca podrá disfrutar de su unión hasta que él la ayude afable y tiernamente a aprender que puede confiar en su abrazo, hasta que esté convencida de que la entrega de su personalidad interior es segura. Justo cuando ella empieza a confiar en él, el Arquero dispara una flecha innecesaria de verdades dolorosas contra su corazón, cuando habría sido mejor que callara.
Cuando el corazón de Saturno está herido, tarda más que otros en cicatrizar. Mucho más. Tal vez parezca que ella se desentiende de sus palabras crueles, e incluso de las benévolas y elogiosas, como si nada pudiera importarle menos, en uno u otro sentido. Oh, pero sí le importa. Le importa mucho. Las palabras desconsideradas dejarán cicatrices que ella nunca mostrará. Las amables la harán sonreír tímidamente, y exhalar un tenue suspiro de dicha, cuando está segura de que él no mira ni escucha. La frialdad exterior de esta chica encantadora, seria y autónoma oculta un abismo de soledad interior que nunca puede expresar. Ésta es una mujer que necesita muchísima… bondad. El hecho de que le digan que es bella, de que la valoren locuazmente, alegrará su vida… más de lo que el hombre que la ama puede sospechar. Poco importa que ella conteste verbalmente: «¡Qué sentimentalismo empalagoso!». No le crean. Saturno le impide demostrar su gratitud, manifestar su ternura, pero están allí… así como ella está siempre allí, cuando él la necesita. Su amor es estable y fiable, como un reloj de péndulo, que marcha eternamente (a menos que él insulte a su familia, porque entonces las campanadas pueden enmudecer). Igualmente, a pesar de los dolores de crecimiento de su amor, los ideales rampantes del hombre Sagitario le enseñarán a la mente de la chica Cabra a remontarse más allá de donde ella se habría aventurado por los territorios del significado de la vida antes de que este hombre viniera a cogerla por la mano para llevarla en un viaje de ida y vuelta a Sirio.
Él tiene un arte verdaderamente mágico para arrancarla de sus oscuros accesos de depresión saturnina, con una idea radiante que le hace volver los ojos y el espíritu hacia el cielo, donde la estrella regente de él, Júpiter, titila todos sus enigmas existenciales. Es posible que un domingo lúgubre en que ella no pueda responder a su alegre optimismo a su fe refulgente en el hecho de que un poder supremo resolverá todos sus problemas, le diga que cree que él no debería confiar tanto en Dios… y en los milagros. «Quizá tienes razón —responderá entonces él, a la manera de Júpiter—. Quizá no debería contar tanto con Él. Quizá la auténtica verdad consiste en que El confía en nosotros… a la espera de que realicemos un milagro definitivo.» Su lógica la conmueve, y contesta, lentamente: «Nunca lo enfoqué desde ese punto de vista». Permanece más tiempo callada. Quizá Dios, también, se siente solo e inseguro. El más solitario de todos. Porque, ¿con quién y con qué puede contar un poder supremo, y en quién y en qué puede apoyarse? Sí, este hombre Sagitario de los ensueños imposibles y las indagaciones interminables expandirá el alma de ella, constreñida por Saturno. El hecho de que una divinidad confiada dependa de ti, cuente contigo… es un encantador concepto nuevo para la capricorniana responsable. Y mucho más veraz de lo que ella supone… más veraz de lo que supone incluso su Arquero indagador. El amor de él puede ser una experiencia tanto dolorosa como estática para ella, pero si la Cabra mira el reverso de la tarjeta humorística de San Valentín que su Centauro le tiende desmañadamente, verá que allí él ha dibujado un corazón: el suyo propio, el que él le ofrece tan sinceramente, con tanta confianza en el hecho de que no se lo destrozará nunca. Como un chiquillo torpe en el patio de la escuela, cualquiera sea su edad cronológica. Alcanzo a oír las palabras que ella pronuncia mientras lee esto. ¿No las oyen? «¡Qué sentimentalismo empalagoso!», exclama, mientras se da la vuelta con un encogimiento de hombros. Pero obsérvenla atentamente. ¿Ven su sonrisa de Mona Lisa?
Adaptación de Linda Goodman
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Excelente relato. Gracias.
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Gracias Cielo, es de la famosa astróloga Linda Goodman
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