Todos alguna vez en nuestras vidas, en mayor o menor medida, hemos sentido que existe algo así como una voz interior que nos habla y nos dice si estamos tomando o no una decisión correcta o si estamos siguiendo el camino adecuado. Incluso muchos han logrado evitar tragedias o sucesos traumáticos en sus vidas por hacer caso de lo que llamamos intuición. Conocida además como el sexto sentido o “la corazonada” haciendo clara referencia a las emociones, el conocimiento intuitivo es aquel que nos mueve o motiva a hacer algo sin que podamos conocer racionalmente el cómo o el por qué. La palabra se origina del latín intueri «mirar hacia dentro» o «contemplar» y es un concepto proveniente de la teoría del conocimiento aplicado también en la epistemología que describe aquel tipo de información directa, que se da sin la intervención de la razón o de la deducción. Hoy en día es ampliamente estudiada por la psicología y la neurología, ya que tiene relación con nuestra conducta y los diferentes tipos de cerebros que poseemos como especie. Según algunas teorías psicológicas, se le llama intuición al conocimiento que no sigue un camino racional para su construcción y formulación, y por lo tanto no puede explicarse.
Lamentablemente ha habido una tendencia a restarle valor al asociarla con corrientes netamente mágicas o esotéricas, sin embargo, no podemos negar que forma parte innegable de nuestro concepto de espiritualidad, ya que muchas veces nos preguntamos de dónde proviene este tipo de datos que pueden llegar a ser muy exactos, al punto de sorprendernos. Se tiende a descalificar y criticar lo que no se conoce, en lugar de tratar de comprenderlo. He allí el mayor problema. Siendo que la intuición tiene un gran componente biológico además de metafísico. Recordemos que nuestro cerebro es capaz de percibir muchísima información de forma subconciente, sin que logremos darnos cuenta de ello pero que generan datos que se acumulan en nuestra mente. Aquí es donde encontramos la clave de este maravilloso misterio para la ciencia moderna.
Así que nos demos cuenta o no, dentro de nosotros hay algo que está trabajando a nuestro favor todo el tiempo y es algo tan valioso para nuestra existencia que deberíamos aprender a escucharlo. Esa persona que no me convence, esa situación que me hace sentir mal, esa experiencia que me parece extraña. Todo eso se trata de la intuición comunicándose y que la mayoría de las veces dejamos pasar porque no se trata de información racional o consciente. Esta forma de conocimiento es tan poderosa que el cuerpo también transmite la información pero sin palabras. Muchas veces se manifiesta como dolor en la boca del estómago, pequeños sustos en el corazón, sudor en las manos, escalofríos, algo que no se ve bien ante nuestros ojos, una sensación de desagrado o de presión en el pecho, son algunas de ellas.
Reconocer y escuchar la intuición puede ser una gran herramienta para tomar mejores decisiones para una mejor calidad de vida. Es un don o regalo de la naturaleza, que desde tiempos ancestrales nos ha acompañado. Hoy en día se ha hecho más útil que nunca, particularmente porque estamos en una sociedad demasiado caótica y vivimos rodeados de un exceso de estímulos que hacen que toda la información se pierda. Por eso es muy importante que tratemos de desarrollarla con algunos hábitos que nos permitan mantenerla a nuestro lado como un firme aliado. Buda decía que “la intuición y no la razón atesora la clave de las verdades fundamentales”, así que en ese pequeño tesoro podemos encontrar muchas de las respuestas que necesitamos.
Características de las personas intuitivas
1. Viven en el aquí y en el ahora. Tratan de mantener su mente en el presente, ser muy observadoras y captar todo lo que le ofrecen sus sentidos.
2. Practican meditación. Con esto agudizan sus sentidos para captar todo lo que hay en el ambiente sin emitir juicios.
3. Llevan un diario: tratan de estar muy alertas a todas las señales que reciben de su interior y del exterior.
4. Escuchan atentamente su voz interior: le prestan atención a todo lo que les dice.
5. Prestan mucha atención a sus sueños: ya que los mismos suelen tener muchas respuestas.
6. Pasan mucho tiempo a solas: se alejan del bullicio del mundo y se desconectan de la tecnología.
7. Escuchan su cuerpo: atienden todas las señales que les envía su organismo.
8. Tienen mucha empatía: son capaces de conectar profundamente con los otros.
9. Evitan el estrés: buscan maneras de relajarse y evitar que la rutina diaria los agobie.
10. Se abren al mundo: tratan de mantenerse receptivos ante todo lo que les rodea.
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