El origen de las fiestas navideñas se remontan a la antigüedad con un claro origen pagano. La discusión sobre la importancia de su celebración suele reducirse a ser criticadas por ser marcadamente consumistas. Sin embargo, hay mucho que podemos rescatar esta tradición mientras podamos resignificarla y darle un sentido diferente al que nos han impuesto desde que éramos unos niños. Casi todas las explicaciones coinciden en que alrededor del 25 de diciembre se celebraban varias fiestas en diferentes culturas para recibir la llegada del solsticio de invierno en el hemisferio norte. Para los romanos era el nacimiento del “Sol Invictus”, fiestas en honor al Dios Apolo, la noche más larga del año, para luego comenzar el camino hacia la luz, por lo que fue equiparado con el nacimiento de Jesús, la figura más importante para la religión cristiana. Por eso fueron escogidas estas fechas por la iglesia católica para las “Natividades”. De allí recibimos además la tradición de los nacimientos y la estrella de Belén, los villancicos o aguinaldos, las misas especiales, junto a los Reyes Magos.
También en Roma eran celebradas las Saturnalias, en honor a Saturno, durante las cuales se hacían intercambio de regalos, se posponían las luchas, se hacía un llamado a la paz y se descansaba del arduo trabajo de las cosechas. Era una gran semana para todos, los trabajadores incluso recibían bonificaciones especiales de la mano de los nobles, quienes servían las mesas de sus empleados en esa época. Los germanos y escandinavos por su parte celebraban el 26 de diciembre el nacimiento de Frey, Dios nórdico del sol naciente, la lluvia y la fertilidad. Eran las famosas fiestas de Yule, que nos regalaron el árbol de navidad que hoy conocemos.
Con los años, estas costumbres fueron trasladadas al continente americano de la mano de los evangelizadores que cambiaron las costumbres indígenas creando un rico e interesante sincretismo que es el que ha llegado hasta nuestros días. Los aztecas celebraban durante el invierno, el advenimiento del dios del sol y de la guerra, en el mes Panquetzaliztli, que equivaldría aproximadamente al período del 7 al 26 de diciembre de nuestro calendario. Mientras que los incas celebraban el renacimiento de Inti o el dios Sol, la fiesta era llama Cápac Raymi o Fiesta del sol poderoso.
Hoy en día el mejor significado que podemos darle a estos días que coinciden con el final del calendario gregoriano es el de compartir con la familia, tomarse unos días para descansar y reparar energías en el calor del hogar. Más que estresarnos por las compras, por la ropa, los regalos es importante mantener la calma y vivir la espiritualidad profunda que tiene esta época en contacto con los ciclos de la naturaleza. Con los años y la vorágine de la sociedad, hemos ido perdiendo ese mirar hacia las estrellas y el cielo, caminar junto a los ciclos naturales que van marcando nuestro paso por esta tierra. La invitación es a darse tiempo para el sano disfrute, el amor, la armonía, la sencillez, la ayuda al prójimo, a los más necesitados. Hacer una oración por los países en guerra, los desplazados, los niños que sufren cada día los horrores de la violencia de una sociedad cada vez más compleja. A ser más fuertes para enfrentar los retos que en nuestro propio país estamos atravesando, sin desesperar y con la esperanza de un futuro más feliz para nuestros hijos.
¡Feliz Navidad y un maravilloso nuevo año! ¡Gracias por su apoyo!
Amada