Mujer CAPRICORNIO Hombre PISCIS

Sí, ya sé que Piscis es un signo de Agua, no un signo de Aire. ¿pero es que nunca han oído hablar de los peces voladores? Antes de que estos dos se dejen entusiasmar por la idea de volar juntos a alguna parte, será mejor que sincronicen sus hélices y se adapten a sus respectivas costumbres francamente distintas. Aunque es cierto que sus idiosincrasias son frecuentemente muy compatibles, no están forjados en el mismo molde. Por ejemplo, muy pocos peces son formales. El hombre Piscis típico navega por la vida tomando pocas cosas o ninguna en serio. No se toma en serio ni siquiera a sí mismo… y menos aún a la costumbre y la tradición. Es todo lo informal que se puede ser. A la inversa, todos los capricornianos son formales. Todo lo formal que se puede ser. La chica Cabra proyecta una imagen de «clase» y «categoría», tanto si vive en un vagón de ferrocarril junto a la estación (donde no permanecerá mucho tiempo) como si reside en la mansión del gobernador… tanto si pasa sus horas firmando solicitudes de caridad pública (cosa qué no hará durante mucho tiempo) como si las pasa barajando sus acciones. Todo lo que hace esta chica es formal y está formalizado, incluso el respirar. Inhala y exhala correctamente. También se cepilla los dientes escrupulosamente y a fondo, en la dirección apropiada, e incluso se enjuaga la boca discretamente. Quizás se preguntará cómo es posible cepillarse los dientes y enjuagarse la boca refinadamente, pero esta mujer tiene la clave. Hay algo que la distingue. Dada la forma paciente y sistemática, aunque casi siempre triunfal, en que Capricornio escala la montaña, es muy posible que logre todo lo que se proponga.

No todas las capricornianas son maestras o bibliotecarias, lo cual nos trae a la segunda información que el hombre Pez debe asimilar acerca de esta mujer generalmente afable, pero siempre terca. No sólo le disgustarán la informalidad, el desaliño y el comportamiento indecoroso (sobre todo en público), sino que también desaprobará que el hombre —o la mujer, incluida ella misma— carezca de ambiciones. La chica Cabra pisa con asombroso aplomo cuando sube una escalera. No una escalera de mano, sino la que lleva al éxito y la fama, dos elementos que nutren su amor propio. El objetivo que perseguirá tenazmente será, si no el reconocimiento público, por lo menos el respeto y la admiración de sus amigos, vecinos y parientes. Sobre todo de sus parientes. Probablemente sólo tiene uno o dos amigos íntimos, tres cuando más, que se remontan a la época de la escuela primaria. En cuanto a sus vecinos, si vive en el campo están bastante lejos, camino abajo, y si vive en la ciudad… bueno, los trogloditas metropolitanos no son muy afectuosos. Así que, en verdad, es a su propia familia a la que necesita impresionar, discretamente, si no se trata de una de esas chicas Cabra que corren en pos de la celebridad. La capricorniana descollará entre «los mejores» de su círculo, ya sea éste grande o pequeño. Será la que vende más productos en el barrio, la que tiene la casa más aseada de la manzana, o la considerarán la cocinera perfecta por sus banquetes de Acción de Gracias o sus otras cenas familiares de días festivos. El status es el status, cualquiera que sea la forma que asume. A menos que haya quedado huérfana en la cuna o en la infancia, esta chica se adherirá a su familia como un abrojo tenaz. Si quedó huérfana, la lealtad que había reservado para sus hermanos y padres, la transferirá hacia su propia familia inmediata, hacia sus hijos y nietos… o intentará abarcar a ambos círculos familiares con la dedicación compulsiva y leal de Saturno.

Ésta es una cualidad encantadora, uno de sus rasgos personales más cautivantes. Pero el Pez deberá saber que ella siempre lo relegará a un lugar secundario, después de su familia, no desde el punto de vista del amor y el afecto, pero sí en las áreas de su preocupación y atención primordiales. En realidad, es probable que el hombre Piscis se adapte de buen grado al fetichismo familiar de ella. A menos que su carta natal contenga planetas «mal aspectados» en Géminis, Acuario o Sagitario, a él lo regocijará que lo designen miembro honorario de la familia de ella y amará aún más a su capricorniana por la devoción que ésta tributa a los suyos. Ello prueba que es una mujer fiable, segura… palabras éstas que ejercen una fuerte atracción sobre su inconsciente de Neptuno, aunque él la combata. Está más distendido, menos inquieto, cuando experimenta la sensación de seguridad emocional en una relación. Las familias son estables. (Claro que hay algunas capricornianas que, por una triste razón u otra, carecen de vínculos familiares, pero estos casos son extremadamente raros.) Sin embargo, aunque él necesita estabilidad, si se exagera la contigüidad familiar, podrían surgir problemas. Cuando un hombre Piscis empiece a sentir que alguien mira constantemente por encima de su hombro, y discute los pros y los contras de todo lo que hace, comenzará a tener pesadillas acerca de la Gran Inquisición (como las tenía cuando la estudiaba en el curso de historia, en la escuela). Todos los Piscis están obsesionados por la intimidad personal… y la libertad. Libertad de pensamiento, de acción y de movimiento. Cualquier tipo de restricción (mental, emocional o física), ya sea real o sólo implícita, hará que se sienta desasosegado e irritable. La chica Cabra deberá recordar que el Pez necesita saber que nada en una gran masa de agua. Es cruel encerrar al hombre Piscis, como al pez de la Naturaleza, en un recipiente pequeño, donde lo único que puede hacer es nadar eternamente en círculos, nunca en línea recta… para explorar.

Aunque haya bonitas conchas decorativas en el fondo del recipiente, esto es doloroso y aburrido, y pone neuróticos a los pobres peces de uno y otro tipo. Como la perversidad de enjaular a un pájaro. O de atar una cabra a un poste. ¿Acaso a ella le gustaría que la ataran a un poste, donde debería depender de que alguien le arroje unos pocos mendrugos, de cuando en cuando? Aunque la mujer capricorniana puede ser silenciosamente posesiva, y puede manifestar inequívocamente su disgusto mediante una mirada glacial, o mediante la negativa a comunicarse, es improbable que someta a su Pez a escenas tempestuosas, emocionales, de celos coléricos y lacrimosos… y es posible que él le quede muy agradecido y que desaparezca cada vez menos, hasta terminar por arraigarse casi tanto como ella. (Las raíces son lo que en verdad busca, aunque no lo sepa.) Todos los hombres Piscis se parecen, en este sentido. Cuando les conceden alegremente toda la libertad que necesitan, rara vez se alejan demasiado, y casi siempre son amantes fieles y maridos leales. Pero cuando sofocan su libertad, se sienten nerviosos e inquietos, y empiezan a deslizarse y escurrirse de entre las garras de los celos infundados, hasta que al fin confirman involuntariamente la veracidad del viejo adagio que dice que una persona termina por convertirse en aquello que el ser amado y que lo ama espera que sea, y cree que es. La moraleja de la historia consiste en que la forma más rápida de garantizar que el hombre Piscis será infiel consiste en esperar que lo sea, y en comunicarle estas sospechas… en tanto que la forma más fiable de garantizar que nunca será desleal consiste en depositar una fe absoluta en su integridad, en hacerle saber que su amor y su apoyo son indispensables y valorados. Este hombre es más extrañamente vulnerable que la mayoría de los varones de otros signos solares (excepto quizá los Géminis y Sagitario) a la confianza total.

Por alguna razón, lo avergüenza la idea de traicionar esta confianza. Sin embargo (también al igual que Géminis y Sagitario), si dudan de él, la duda misma (aunque no lo note conscientemente) debilita su voluntad, al mismo tiempo que refuerza el lado más oscuro de su naturaleza curiosa, y le suministra la excusa necesaria para buscar la variación y la experiencia múltiple. Nadie, ni hombre ni mujer, desea realmente ser infiel al amor. La infidelidad sólo produce inevitablemente el agudo dolor del remordimiento y de la confusión emocional, y nunca causa alegría. Pero algunos hombres necesitan un desafío siempre cambiante, y diversas formas de excitación (no es imprescindible que sea sexual), pues de lo contrario se aburren o deprimen mortalmente. La chica Cabra espabilada que ama a un Pez comprenderá esto, y le suministrará tanta agudeza y vivacidad y tantas sorpresas inesperadas dentro de su propia relación, que él descubrirá, en ella, los estímulos calidoscópicos que le hacen falta. En verdad es así como él prefiere que sean las cosas, en el fondo de su alma. Tal vez parezca extraño, pero la forma en que el hombre Piscis y la mujer capricorniana abordan su relación sexual contiene muchos elementos prácticos. Es posible que, al principio, ella sea algo más que un poco tímida… pero este «al principio» sólo abarca la etapa transcurrida antes de que la haya abrazado un hombre, antes de que le hayan dado el primer beso de despedida, por la noche. Una vez iniciada, esta mujer no suele ser recatada ni suele jugar juegos románticos. Su expresión sexual es tan franca como todas sus otras actitudes y, por supuesto, es práctica, también como todo lo demás. En cuanto a él, es, como todos los regidos por Neptuno, absolutamente imperturbable en todas las áreas, incluida la de su propia experiencia sexual. A estas cualidades individuales y recíprocas del Pez y la Cabra se suma el hecho de que en su pasión están representados los elementos Tierra y Agua, lo cual refuerza la magnitud y la imaginación de su unión física, y la transforma en un redescubrimiento multifacético de sí mismos, sobre todo si existe una única o doble conjunción, aspecto sextil o trígono entre el Sol y la Luna de sus cartas natales.

Si existe un aspecto negativo entre el Sol de él y la Luna de ella, o viceversa, es posible que el comportamiento sexual de ella no sea suficientemente romántico para satisfacerlo a él, en razón de lo cual lo dejará con una vaga sensación de anhelo… en tanto que tal vez a ella le parecerá que el comportamiento de él es demasiado ligero y fugaz, y que carece de la profundidad necesaria para satisfacer sus deseos íntimos. Pero aun en este caso, la base para la amistad que estos dos comparten gracias a la vibración de la configuración de signos solares 3-11, y la buena comunicación que generalmente logran a través de la influencia 3-11, probablemente bastarán para permitirles mitigar cualquier problema, al cabo de un tiempo. A menudo, la comprensión alcanzada después de que la confianza los ha inducido a confesarse, ahonda el deseo de una manera asombrosa. No se trata de que la capricorniana quiera privarlo de nada. Lo primero que le aconseja el instinto es proporcionarle al hombre amado todo lo que ella sabe que le producirá una cálida sensación de seguridad, en todos los planos. Pero ella piensa a menudo que la única manera de lograr este fin consiste en ser a su vez una roca, en la que el Pez podrá encontrar apoyo cada vez que estalle una tempestad. Esto está bien, es maravilloso, pero no basta. La mujer Cabra deberá ser su roca (porque Piscis necesita este tipo de seguridad), pero también deberá apañarse de algún modo para armonizar con la personalidad y los deseos de él, que son mucho más peripatéticos que los de ella. A la capricorniana no le resultará fácil realizar un esfuerzo deliberado para estar más distendida, más dispuesta a dejarse llevar por el viento y correr riesgos, para ser más adaptable y menos cauta. Pero si realmente desea conservarlo cerca, y fraguar el amor en un molde definitivo, siempre podrá recurrir a Saturno para consolidar su decisión. La mujer capricorniana tiene fuerza suficiente para trocar en realidad todo lo que desea con suficiente vehemencia. Puede hacer todo lo que realmente quiere hacer. Absolutamente todo. La combinación de su paciencia y su sabiduría instintiva es un arma formidable.

En última instancia, Saturno siempre puede triunfar sobre Neptuno, cuando aquel resuelve invertir el tiempo y el trabajo necesarios para salir victorioso. El mayor don que la chica Cabra suministra a su afable Pez es el cálido consuelo de su fiabilidad. Él sabe que puede confiar en la fe inconmovible que ella le dispensa, cuando está desalentado por múltiples desengaños, exhausto y con el alma dolorida porque un mundo frío, indiferente, rechaza sus sueños. El mayor don que él le suministra a ella es su maravillosa imaginación neptuniana. Él le dirá que su tez parece un pétalo de loto (nunca ha visto un loto); que su cabello es dorado como un atardecer sobre los Alpes suizos o negro y refulgente como el ala de un cuervo (nunca ha estado en Suiza, y el único cuervo que conoce, de primera mano, es el del verso de Poe), y que sus ojos parecen zafiros (aunque nunca haya visto semejante piedra preciosa y aunque no pueda distinguir un zafiro de un fragmento de vidrio azul). Cuando él le dice que le recuerda a la Mona Lisa, tampoco necesitará haber visto la obra maestra original de Da Vinci para que su comparación sea inequívocamente justa. La sonrisa de toda capricorniana trae mágicas reminiscencias de Mona Lisa, porque la chica que posó para el cuadro también era capricorniana… y según rumorean varios historiadores era descendiente directa de Ana, madre de una joven llamada María, esposa de José, el carpintero… y fue la naturaleza misteriosa de Ana la que Da Vinci intentó captar mediante la expresión impregnada de secretos sacrosantos que se refleja en los ojos saturninos de Mona. Sólo un hombre Piscis podría intuir esta verdad sin haberla leído en ninguna parte.

Adaptación de Linda Goodman

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