Algunas chicas Piscis hablan bastante, y otras son calladas y rara vez inician una conversación (aunque cuando alguien la inicie, generalmente no les faltarán palabras, por muy tímidas que hayan sido al principio). Pero lo importante es que, además de ser interlocutoras muy interesantes, las chicas Pez de ambos tipos son estupendas escuchas. Quiero decir, escuchas realmente estupendas. Hasta aquí, todo marcha a las mil maravillas, porque al hombre Sagitario le gusta hablar con alguien que escucha fascinado lo que él dice… le gusta tanto como a un hombre Leo o Aries, y ya saben que a estos dos les encanta tener un público atento. De modo que esto deberá daros una idea del inmenso atractivo que esta chica ejercerá sobre el Arquero. Por supuesto, en la mitad de una de estas sesiones que la tienen por escucha, él seguramente se sentirá obligado a formular, en un momento u otro, algún tipo de aserto veraz. Si la verdad es demasiado cruda, tal vez ella dejará de escuchar. Las mujeres Piscis son inusitadamente sensibles al dolor… y tampoco corren con demasiadas energías en pos de la verdad desnuda. Esta dama prefiere que la verdad esté envuelta en los velos sutiles de los «quizás» y los «podría haber sido» o los «podría ser». A ningún Pez le gusta que le escancien la verdad pura, como Sagitario se complace en echársela al coleto. Entonces él se quedará sin ese primoroso oído femenino y lamentará haber metido la pata tan torpemente. Una pequeña advertencia es útil. Ahora él podrá considerarse prevenido. Pocas personas comprenden que escuchar es realmente un arte, difícil de aprender, porque la mayoría de los buenos escuchas nacen, y no se hacen. Hay que tener una naturaleza inusitadamente comprensiva y generosa, porque al buen escucha le interesa sinceramente oír hablar de personas y hechos ajenos a sí mismo, y no se limita a quedarse callado hasta que se le presenta la oportunidad de interrumpir a su interlocutor. Merced a quién sabe qué alquimia de Neptuno, la chica Pez puede proyectarse dentro de la situación que le están describiendo oralmente, y sentirse tan fascinada por ésta como podría estarlo por una situación que le incumbe personalmente. Transforma lo que oye en su propia experiencia vicaria, se fusiona con el episodio, se integra realmente en éste, y el Arquero lee en sus ojos, en su expresión, en su misma actitud… que no se limita a simular por cortesía. No, lo que él dice le interesa verdaderamente a esta mujer. En el mundo no existe una sensación más reconfortante que la de saberse auténticamente escuchado por alguien que se interesa patentemente.
Todo ser humano necesita de cuando en cuando el estímulo de esta sensación terapéutica… y el hombre Sagitario con más frecuencia que los demás. Y puesto que es tan importante para él, debería hacer todo lo que esté en sus manos para no descalabrar este raro tributo que le ofrece la chica Pez, y que es uno de los elementos más deliciosos de su personalidad. A pesar de que este hombre y esta mujer deben enfrentar muchas tensiones y de que su tolerancia y su paciencia pasarán por muchas pruebas dentro de la difícil vibración 4-10 que influye sobre su relación, si él resulta ser uno de esos pocos hombres Sagitario que están frecuentemente callados, ella ejercerá un efecto marcadamente beneficioso sobre él. Debemos recordar que este tipo de Arquero no está siempre mudo (no ha nacido un Sagitario que sea así), pero si es uno de los menos locuaces —lo que implica que no habla constantemente, pero que cuando se decide a hacerlo lo hace bastante bien— no hay nadie mejor que la mujer Piscis para sonsacarle sus pensamientos con éxito. Se las apaña tan bien para inducirlo a expresarse, que uno se pregunta por qué no se dedica a la psiquiatría, y basta. Algunos Peces eligen la psiquiatría como profesión, pero la mayoría no. Esto se debe a que el Piscis típico aborrece la idea de hurgar en los secretos ajenos . Generalmente, los Piscis aborrecen la idea de que otros hurguen en su propia intimidad. Y como los Peces tienen una propensión innata a ponerse en el lugar de los demás, son renuentes a hacer a su prójimo lo que les disgusta francamente que el prójimo les haga a ellos. Sin embargo, aun sin hacer un esfuerzo premeditado por indagar, desde el principio la mujer Piscis aprenderá muchas cosas acerca del hombre Sagitario, cosas que él pocas veces sospecha que ella está aprendiendo. Esta dama es muy perspicaz. Descubrirá sin ningún esfuerzo lo que él cree que nadie sabe (o podría llegar a saber). Ella no puede evitarlo. «Intuye» y «sabe» instintivamente lo que otra persona oculta, sobre todo en una relación amorosa. No se trata de que ella haya intentado averiguarlo. Sencillamente lo tiene a mano, para leerlo e interpretarlo… como si él fuera una bola de cristal humana que ella escudriña.
Sin embargo, es probable que esto no lo ponga incómodo, porque su talento para sondear las intenciones y los sentimientos íntimos es un arte tan sutil y elegante, y por regla general nunca perentorio ni exageradamente apremiante, que nadie sospecha jamás lo que está ocurriendo (a veces ni siquiera la misma chica Pez). En verdad, ella preferiría no poseer esta facultad. Para ella es un lastre. La ofusca intuir tantas cosas acerca de los demás. Ya tiene bastante con sus propias preocupaciones, sin necesidad de que las multiplique su incapacidad para impedir que todas esas imágenes ajenas e indeseadas crucen espontáneamente por su conciencia. Sin embargo, está predestinada, parece, a verse continuamente implicada, contra su voluntad, en los embrollos de las vidas ajenas. Es el Kismet de su duodécima Casa de Neptuno, y hay que confesar que lo acepta de buen grado, con un mínimo de quejas. Uno de sus rasgos envidiables es el delicado arte de la sumisión a lo inevitable. Al Arquero tampoco le molestará que ella conozca la mayoría de sus pensamientos íntimos. Este no es un hombre que ponga mucho énfasis en la reserva. La mayoría de los hombres Sagitario no llevan un secreto encima (a menos que haya un ascendente o signo lunar Escorpión, Piscis o Cáncer en su carta natal). El Sagitario típico confesará alegremente todo lo que quieran saber acerca de él… y a menudo más de lo que a la mujer Piscis le gustaría oír. El Arquero tiene poco o nada que ocultar. Bastará que le formulen una pregunta y él abrirá su corazón. Si está en bancarrota, te lo dirá. Si está preocupado por su calvicie incipiente o por su jefe, te lo contará. Cree en la veracidad, no en la evasión. Y piensa que todos deberían imitar su ejemplo, especialmente la mujer que ama. Como la esencia neptuniana de ella contiene alguna forma de evasividad, es posible que entablen no pocas reyertas provocadas por los distintos criterios con que abordan la sinceridad, reyertas relacionadas con la forma en que él define la hipocresía… y con la forma en que ella define la crueldad de la franqueza innecesaria, de la impaciencia, de los asertos desconsiderados y de actos impulsivos.
Es posible que su actitud respecto de todos estos elementos difiera un poco, para decirlo en términos mesurados. Desde el punto de vista sexual, el Arquero con doble influencia masculina encontrará seductoramente atractiva a la chica Pez con doble influencia femenina. La naturaleza colabora al acoger con una sonrisa la fusión física de este hombre y esta mujer. Si por lo menos ellos también colaboraran… Es posible que después de la fascinación inicial, el Arquero acuse a la mujer Piscis de reaccionar con demasiada frialdad ante sus requerimientos, con respuestas desprovistas de entusiasmo o insuficientemente espontáneas, que no están a la altura de la vehemencia de su propio deseo. Tal vez haya algo más que una pizca de veracidad de Júpiter en este análisis. A menos que la Luna o el ascendente de la chica Pez estuviera contenido en uno de los tres elementos de Fuego a la hora del nacimiento, es en verdad posible que sea emocionalmente «más fría» y más displicente respecto de la pasión sexual de lo que él jamás podría ser, aunque lo intentara (cosa que no está dispuesto a hacer). Esto significa que la responsabilidad de esforzarse recae sobre ella (¿acaso no recaen todas sobre Piscis?). Es ella la que deberá empeñarse conscientemente en igualar los súbitos arranques de deseo de él con la misma magnitud de necesidad visiblemente demostrada. A él lo complacerá su forma sensible y femenina de abordar la unión sexual… pero igualmente lo lastimará mucho su frialdad periódica. El problema parece ser muy claro. Una vez que haya sido analizado y enunciado, Neptuno deberá inculcarle a ella las tácticas apropiadas para resolverlo. En cuanto a él, deberá tener la precaución de no hacerle pensar a la Piscis que la necesidad que experimenta de ella se concentra exageradamente en la faceta física del amor, y deberá esmerarse en demostrarle lo que siente por ella por medios distintos de los sexuales… lo que a su vez surtirá el maravilloso efecto de inspirarle a ella una respuesta más entusiasta al acto amoroso.
De modo que sobre él también recaen algunas responsabilidades. No se trata de algo exclusivamente unilateral. La mujer Piscis necesita que el hombre que ella ama la trate con mucha delicadeza, con inmensa ternura. Ella florece bajo la acción de los gustos imaginativos o creativos, que tienen la facultad de hechizarla. Se pone visiblemente lozana cuando él le sugiere un viaje o un cambio de panorama (otro tanto le sucede a él). Pero se agosta, deprimida, cuando la tratan desconsideradamente o con poco tacto. Como esta mujer no manifestará su dolor las primeras veces, es posible que él lastime repetidamente sus sentimientos antes de tomar conciencia de lo que está sucediendo. Ella intentará ocultar o mitigar, aceptar u olvidar, su padecimiento. Pero al cabo de un tiempo, saldrá a luz. Ésta es la señal que le advierte que deberá suavizar sus actitudes (sobre todo su lenguaje) y que deberá comprender que su «Fuego» voraz puede estar deshidratando de manera lenta pero segura el «Agua» mansa de ella. Por supuesto, el proceso también podría desarrollarse a la inversa, si ella resultara ser una de las Piscis tipo ballena. Entonces su naturaleza de Agua, más fuerte, podría ahogar el optimismo jupiteriano innato de él. Y éste es un destino igualmente triste para una pareja de amantes o consortes de la combinación Fuego-Agua que no ponen suficiente empeño en superar los problemas de sus filosofías, actitudes y motivaciones divergentes. Es posible que al cabo de un tiempo se den por vencidos, y que sencillamente se distancien cada vez más, hasta convertirse en perfectos extraños que conviven bajo el mismo techo.
Sólo hay dos sistemas viables para abordar semejante situación. Cada uno de ellos puede decidir que este «extraño» es una persona con la que no le interesaría familiarizarse más… y entonces pueden separarse amistosamente, como simples conocidos, en lugar de permitir que su relación los convierta en íntimos resentidos. O pueden optar por la otra actitud que uno asume a veces con un extraño. Cada uno de ellos podría decidir que esa es una persona interesante a la que le gustaría conocer mejor… y podrían iniciar un reencuentro, aunque esta segunda vez ambos tendrían la experiencia suficiente para saber que no es necesario que dos personas sean exactamente iguales y concuerden siempre para ser felices… siempre que cada una respete la opinión distinta de la otra. Las diferencias pueden avivar una relación… o embotarla. ¿Qué sucederá: lo primero o lo segundo? Depende realmente de ellos. Así que dejémoslos solos, estudiando sus piezas de ajedrez. Sobre todo el rey y el peón. La estrategia del amor es algo muy íntimo. A veces, éste es el mayor problema. Es posible que la relación entre este hombre y esta mujer carezca de la intimidad que necesita para protegerse de las fuerzas destructivas externas. Así que deberán irse volando juntos a otra parte para descubrir el poder que tiene algo tan sencillo como la intimidad para curar los corazones destrozados de dos «extraños» que antaño amaron tanto. A menudo es asombroso. Pueden dejar atrás el tablero de ajedrez, y retomar el juego donde lo abandonaron, cuando regresen. O pueden comprometerse a dejar de jugar definitivamente el uno con el otro. Esto sería aún mejor… y mucho más afortunado para el futuro de su relación amorosa o su matrimonio. Hay algunos juegos en los que nadie gana. Ni siquiera los que más apuestan.
Adaptación de Linda Goodman
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