Empecemos por Urano. Él manda. No se trata en absoluto de un planeta más fuerte o que gire más rápidamente en su órbita que Júpiter (el regente de ella), pero sí es más vivo. Urano rige la electricidad y el rayo, que son más vivos que casi todo aquello en lo que se les ocurra pensar (excepto quizás el genio de Sagitario). El hombre Acuario tiene una tenaz vocación científica, independiente de su lugar de trabajo y de su actividad. Si es jardinero, diseñará jardines colgantes. Que colgarán de lugares inesperados. Como la lámpara de la sala. Si trabaja en una biblioteca, diseñará científicamente los anaqueles para que todos los títulos se puedan leer cómodamente cabeza abajo, como los lee él, y probablemente los clasificará de una manera peculiar (pero sensata para él). Por ejemplo, las historias de amor bajo la «E» de Empalagoso, los libros de Tolkien en el pasillo marcado «S» por Súper-Superlativo, y los libros sobre naves espaciales y contactos con OVNIs en el estante rotulado «C» por ¿Cuándo? o ¡Caray!, o posiblemente «F» por Formidable. A Little Women de Louisa May Alcott lo colocará bajo la «P» de Pornográfico. Quizá bajo la «E» de Enmienda de Igualdad de Derechos. Es difícil preverlo. Y todo así.
Los Acuario son humanitarios vergonzantes, y además tienen sensibilidad ecológica. Conozco (en serio) a un estudiante avanzado de biología que planea ingresar en la facultad de derecho, después de recibirse de biólogo, y dedicarse activamente a la abogacía para entablar juicios de amparo en defensa de las plantas verdes y los animales. (Es verdad, y no ficción.) El hombre regido por Urano es inusitadamente inventivo, y siempre salta (no aparece, sino que salta) con una nueva idea que a nadie se le había ocurrido antes (en este sistema solar específico, se entiende). Su intelecto es brillante y extravagante, y sus razonamientos son muy originales. Únicos, se podría decir. Demenciales y disparatados, podría llamarlos la chica Arquero, con su «tacto encantador», cuando está momentáneamente furiosa con él. Sin embargo, la naturaleza científica del hombre Acuario no está motivada por las actitudes y la metodología de la ciencia actual. Naturalmente. Acuario vive en el mañana, ¿así que por qué habrían de importarle un rábano las reglas de hoy? Deben reconocer que esto tiene un cierto aire de lógica. Los científicos de hoy exigen que todo esté debidamente probado y confirmado por datos concretos antes de dignarse a escuchar siquiera una nueva idea, para no hablar de tomarla en consideración. El Aguador sabe instintivamente que el hombre nunca progresaría (la mujer tampoco, pero él casi no es consciente de la diferencia entre los dos) si la gente no estuviera dispuesta a soñar primero, por muy descabellado que sea el sueño, y a empeñarse después en demostrarlo… en lugar de seguir el camino inverso, camino éste que equivale claramente, para él, a enfocar la secuencia del descubrimiento exactamente al revés de como debería ser enfocada, a su juicio.
Muchos grandes cerebros responsables de los saltos y adelantos del conocimiento en todas las áreas han estado regidos por el planeta progresista, Urano. Afortunadamente para el planeta Tierra, hemos sido agraciados con una cantidad apreciable de nacimientos en Acuario guiados por Urano, de sexo masculino y femenino y combinado (Acuario es el signo del unisex, así que todos son un poco de esto y otro poco de aquello, y por eso son tan fascinantes), pues de lo contrario tal vez no habríamos avanzado más allá de la etapa troglodítica. Ahora entra en escena la chica Sagitario (tropezando con el jardín de piedra que el Aguador ha montado en el pasillo) y ya tenemos un pequeño problema. Tal vez ella piense (por lo menos ocasionalmente) que al hombre Acuario que ama y odia con idéntica pasión incandescente le corresponde estar allí y no en ninguna otra parte. En una caverna. Como buen troglodita. Preferentemente en una caverna del zoo, circundada por una valla, para que no pueda escapar. En secreto, desde luego, ella adora sus ideas nada convencionales y su conducta delirante. La misma naturaleza imprevisible del Acuario fue la que determinó que el corazón de ella diera un brinco y saludara al de él cuando lo vio por primera vez… el día en que él le ofreció su paraguas bajo la lluvia, y ella le sonrió agradecida hasta que descubrió que estaba lleno de agujeros porque a él le gusta caminar en medio de una llovizna pero no de un aguacero. «Un poco de lluvia es refrescante y excitante —le explicó él—, pero demasiada es un incordio. ¿No te parece?»
Ella no estaba segura. Hizo un ademán de asentimiento. Pero pasó mucho tiempo antes de que estuviera segura. Cuando lo estuvo, llenó de pequeñas perforaciones su propio paraguas… aquel que había comprado en una liquidación después de ahorrar durante un mes. Para entonces, como probablemente habrán adivinado, se le había contagiado la locura de él. Ésta es muy infecciosa, y para colmo no hay ningún suero inmunizador disponible. (La desprevenida y confiada Arquera tampoco habría podido inmunizarse contra los rayos de su hombre de Urano. Pero de esto nos ocuparemos más adelante.) En determinados momentos ella olvidará que alguna vez pensó que las travesuras excéntricas de Acuario eran la más virtuosa de las virtudes, y las interpretará como el más vicioso de los vicios. En esas circunstancias, su naturaleza expansiva de Júpiter podrá inducirla a esparcir su disgusto en una andanada de flechas lacerantes de veracidad (o de veracidad tal como ella la ve en ese momento específico), aunque más tarde se arrepentirá y probablemente se disculpará profusamente, cuando haya tenido tiempo de reflexionar y de decidir que se precipitó demasiado. Lamentará haberle dicho que necesitaba hacerse revisar la cabeza y que tenía más de un par de tornillos flojos. Es muy probable que él la perdone… e incluso es posible que la sobresalte al mostrarse perplejo por haber olvidado lo que ella dijo. ¿Lo olvidó? ¿A pesar de que en ese instante se puso tan furioso que le vació un bote de cola en la cabeza? ¿Cómo pudo haberlo olvidado? No importa cómo. Lo olvidó. Los Acuario no se colman el cráneo con datos innecesarios cuando éstos ya no son pertinentes. Así les queda espacio para sus ideas inventivas y sus pensamientos zigzagueantes sobre asuntos realmente importantes.
Hay algo de talentoso y valeroso y honesto en la mujer Sagitario que hace dar volteretas cómicas al corazón del hombre Acuario. Éste se siente realmente conmovido por su obvia falta de ostentación, por sus modales francos, cordiales… y por su no menos obvia integridad. ¿Así que de cuando en cuando formula algunos comentarios brutalmente contundentes? Por lo menos no miente ni simula ser alguien o algo que no es. Es como es. Es auténtica y no fingida. Éste es el tipo de persona que a él más le gusta. Él le pidió que fuera su amiga… y ella comprendió, esperanzada, que era la invitación más sincera que jamás había recibido de un hombre. Pero un Acuario nunca toma (ni da) la amistad a la ligera. Los Acuario conceden a la amistad más valor que el que la mayoría de las personas concede hoy al amor. Y por tanto, el hecho de que él la haya invitado a ser su amiga casi equivale a una propuesta de matrimonio de los hombres de otros signos solares. Quizás es incluso mejor. Es sencillamente estupendo que los amantes y consortes puedan ser también amigos de veras. Un raro añadido romántico. Este hombre y esta mujer tienen más probabilidades que muchas otras parejas de lograr en su relación este tipo de amalgama deseable, gracias a su configuración vibratoria kármica 3-11, de amistad. Como la chica Sagitario es personalmente cordial, espera que casi todos los individuos con los que se relaciona compartan su misma forma abierta y franca de comunicar y expresar sus sentimientos sobre todos los temas, ya sean éstos románticos o platónicos. Dado que la naturaleza humana es muy variada y veleidosa, la Arquera sufre reiterados desengaños. Es raro que sus experiencias negativas la conviertan en una resentida o ahoguen su entusiasmo y su filosofía optimista innatos de Júpiter, pero es posible que la hagan un poco escéptica. El diccionario define al resentido como alguien «caracterizado por el odio y el rencor», y al escéptico como alguien que «no se deja convencer fácilmente, que duda o cuestiona».
Aunque algunos de sus recuerdos emocionales sean muy desoladores y trágicos, ésta no es una mujer a la que se podría definir como «caracterizada por el odio y el rencor» (a menos que tenga aspectos planetarios inusitadamente negativos en su carta natal). Pero sí se trata categóricamente de una mujer difícil de convencer, que a veces duda hasta que se asegura bien… y ciertamente es propensa a «cuestionar». Desborda preguntas. Cuando aún era pequeña, empezó a preguntarle al mundo por qué giraba sin ir a ningún lugar, como no fuera al punto de partida. Cuestiona con creces el amor. Alimenta dudas y curiosidad acerca de la política, la arquitectura, el cine, los libros, la publicidad, la biología, la zoología, la ecología… y sobre todo, la religión. La Arquera pasa de ser devotamente espiritual a ser descarnadamente atea… para seguir después el camino inverso… explorando constantemente… buscando la verdad. También tiene el talento de profetizar, aunque probablemente lo ignore beatíficamente, y en el fondo de su alma es una filósofa alegre. La mayoría de las conclusiones a las que arriba, después de someter a parientes, amigos y desconocidos al tenaz interrogatorio de Júpiter, son felices, y contienen, en última instancia, un elemento positivo respecto del futuro, teñido con los múltiples colores de la esperanza. Sólo se trata de que no le gusta embaucar a nadie, ni que la embauquen a ella. No obstante su gran idealismo refulgente, prefiere oír las cosas tal como son, para poder lidiar con realidades, y no con ilusiones. Como nació bajo un signo de dualidad, puede ser una contradicción desconcertante, incluso para un Aguador, ¡y esto es mucho decir!
El hombre Acuario concordará con sus opiniones en la mayoría de los casos. Él también busca la realidad, y no ilusiones. La diferencia consiste en que él se da cuenta, tal vez antes que ella, de que la realidad misma puede ser una ilusión… y de que lo que otros han catalogado como ilusiones pueden constituir la auténtica realidad. Esta sola teoría la fascinará. La Arquera le formulará un millar de preguntas, excitadamente, hasta muy avanzada la noche… con su mente curiosa, alerta, estimulada como de costumbre por un nuevo concepto. Es posible que él también se sienta estimulado durante estas sesiones de plática filosófica que se prolongan «hasta-muy-avanzada-la-noche», pero por algo más que un nuevo concepto. Generalmente los hombres Acuario no se concentran exageradamente en el aspecto sexual de una relación humana. Pero una vez que alguien implanta accidentalmente un pensamiento sensual o erótico en su mente de Urano, éste crecerá y echará brotes como cualquier otra semilla caída dentro de su activo saco intelectual de frijoles… rápidamente y con rara heterogeneidad. Mas los resultados serán hermosos. Como flores silvestres. El amor físico vulgar, ramplón, prosaico y mundano, aburre fácilmente a la mujer Sagitario, casi hasta hacerla llorar literalmente. Seguramente su Aguador no la desilusionará cuando llegue (al fin) la hora de demostrarle físicamente su amor, o su ofrenda de amistad, que para él es lo mismo. Unas veces, él le producirá vuelcos en el corazón con su dulzura y sus tiernas caricias. Otras veces, la hará llorar de risa con sus desmañadas y torpes sorpresas nocturnas… por ejemplo, cuando se meta en la cama con las orejeras puestas, recitando un poema al dedo pequeño del pie izquierdo de ella… susurrándole quizá, justo antes de darle un beso en la oscuridad, que espera que ella no lo aborrezca por esto, pero que tiene un amorío con otra mujer. Son cosas de la vida. Incontrolables. Sucedió repentina, inesperadamente, y lo sedujeron antes de que tuviera tiempo de darse cuenta de que le estaba siendo infiel.
Entonces ella encenderá la luz, arrojará una almohada (o algo más contundente) a través de la habitación, y le exigirá que le diga su nombre, temblando. Él ofrecerá mostrarle una foto de su rival… se encaminará abatido hacia su suéter favorito, excesivamente holgado, extraerá con expresión culpable una foto del bolsillo raído, y se la tenderá, suplicándole que lo perdone. Ella la cogerá, mascullando una imprecación. «¿No es hermosa? —le preguntará él, suavemente—. Se parece mucho a ti. Quizá fue por eso que no pude contenerme.» Ella reunirá todo su coraje, con el corazón palpitante, y mirará la foto. Es un retrato de una mascota. Las luces se apagarán casi instantáneamente, y él le murmurará junto al oído, en la oscuridad purpúrea: «Bueno, ¿dónde estábamos? Oh, ya recuerdo. Te estaba dando los buenos días con un beso…». Ella le advertirá que no es de día, sino que apenas ha pasado la medianoche. Él la abrazará con más fuerza, y le preguntará con voz muy queda: «¿Entonces por qué vi el amanecer en tus ojos hace pocos minutos?». ¿No. El amor físico entre la mujer Centauro y el Aguador nunca será una experiencia mundana. El Aire aviva el Fuego hasta trocarlo en pasión, a veces con el más ligero soplo. Y el Fuego de ella calentará la etérea displicencia de él hasta trasmutarla en un deseo profundo y una necesidad que pocas mujeres podrían inspirarle. Este hombre y esta mujer responden afectuosamente a sus respectivos espíritus rampantes. Porque ambos saben que el sexo puede ser divertido… y sublime. Sus intimidades son tan imprevisibles como una brisa juguetona… de cuando en cuando, tan suavemente silenciosa como una nevada en un bosque espeso. Sosegada y apacible. De pronto, ella se transforma en un payaso… y él se convierte en un circo íntegro, con monos, trapecios, cacahuetes, elefantes y todo lo demás. Con tres pistas. Después, de vuelta a los copos de nieve. Y a los abrazos matutinos a medianoche.
Habrá momentos en que la cólera irracional del signo de Aire de él caerá del cielo, como un rayo. Habrá otros momentos en que el genio de Júpiter de ella se trasmutará en furia, y hará llover en dirección a él una granizada de frías acusaciones a través de la habitación. Pero él se limitará a calarse sus orejeras y le garrapateará una nota con un rotulador sobre su camiseta nueva. «Ahora es realmente medianoche.» Ella se derretirá, llenará de provisiones la cesta del picnic… y se irán juntos a buscar un arroyo gorgoteante en el bosque… encenderán una fogata, e intercambiarán historias de fantasmas en la media luz, recostados contra un árbol sorprendido.
Adaptación de Linda Goodman

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