Hombre LIBRA Mujer ACUARIO

El nombre de ella no es realmente Debra, pero la llamaremos así. El nombre de él no es realmente Steve, pero lo llamaremos así. Los nombres pueden ser ficticios, pero os aseguro que este hombre y esta mujer son seres humanos auténticos, de carne y hueso. Sus soles natales están en trígono. Debra es una Aguadora de Acuario, menuda, con el pelo peinado en cola de caballo, dulcemente infantil y femenina (¡Ja!), y regida brillante, aunque a veces violentamente, por el planeta masculino Urano. Steve es un hombre Libra regido por Venus, cuya inteligencia y genio están a la altura de los de ella. Algunas veces es manso y afable y bondadoso, y otras es sencillamente cruel y despreciable, lo cual depende mucho del tiempo transcurrido desde que ella machacó y desequilibró su delicada Balanza con el martillo del imprevisible comportamiento de Urano. Ambos estudian medicina y aspiran a doctorarse, con el objetivo común de convertirse en investigadores científicos y de descubrir algo que sea inmensamente beneficioso para la humanidad, en sus ramas masculina y femenina. Más o menos como si fueran la contraparte norteamericana de los Curies de Francia. ¿No es curioso que uno siempre piense en éstos como Madame Curie y su marido, y no a la inversa?Aquí debe de haber una lección implícita. Quizá la lección de que no importa cuál de los dos caballos lleve la guirnalda de flores con tal que el carruaje llegue a la ciudad. A lo largo de algunos párrafos, utilizaremos la relación de Steve y Debra como espejo para todos los hombres Libra y las mujeres espaciales de Acuario. Muy bien, ¿están mirando todos al espejo? Ahora observen atentamente.

Él vacila. No atina a decidir si se casará con ella, convivirá con ella, se desentenderá de ella o la dejará. Ella no tiene semejante problema. Sabe con exactitud cuál de estas alternativas prefiere, y su decisión es firme como una roca. Los domingos, quiere casarse con él. Un martes de cada dos, está segura de que deberán conformarse con vivir juntos hasta que reciban sus títulos. En determinados jueves sacudidos por las tormentas de Urano, prefiere que él se desentienda de ella, lo cual resulta dolorosamente obvio cuando no responde sus llamadas y le echa a la puerta el cerrojo doble de seguridad. En algunos sábados lúgubres, surcados por los rayos de Urano, ella desea enfáticamente que él la deje, deseo éste que consigue comunicarle elocuentemente cuando arroja todas las ropas de él por la ventana del dormitorio del primer piso, junto con su reloj nuevo, que infortunadamente nunca parece sobrevivir a la caída… y a menudo incluye la tesis de él, que naturalmente se esparce y se mancha espantosamente por lo cual es necesario volver a pasarla. Pero que nadie la acuse de ser parcial. En esos sábados lúgubres, ella también hace confetti con las páginas de su propia tesis, a la cual ha consagrado largas horas de esfuerzo intelectual, y las arroja histriónicamente al inodoro, mientras proclama estentóreamente que ha resuelto recorrer Europa haciendo autostop y sumarse a una caravana de gitanos… ¿y a quién le interesa, al fin y al cabo, un anticuado y petulante diploma de médico?

Él no puede dejarla en paz, y en lugar de sentirse feliz cuando ella está de buen humor y lo invita a probar sus lasañas caseras especiales, insiste en averiguar el nombre del gitano que la invitó a sumarse a su caravana en Europa. Insiste. Ella inventa un nombre, con su imaginación muy fecunda. Él se va encolerizado, sin probar un bocado de la cena que a ella le llevó un día íntegro guisar. Hubo una época en que él resolvió finalmente que no deberían volver a verse nunca más. Cargó su perro y su microscopio y sus cultivos y la dejó definitivamente. Llegó al extremo de mudarse a casa de un amigo, en otra ciudad, y de pedir que su número de teléfono no figurara en la guía. Ella localizó enseguida su domicilio y su número de teléfono. (No ceso de repetirles que los Acuario son detectives natos.) Pocos meses más tarde él le estaba llevando flores y poemas y monos embalsamados… y la invitaba a cenar a la luz de las velas dos veces por semana. Al cabo de poco tiempo volvió a mudarse a casa de ella con su perro, su microscopio, sus cultivos y tres amigos (para que lo protegieran). La primera noche fueron penosamente incapaces de protegerlo. Después de un feroz altercado por el hecho de que él había convertido su feliz hogar en una casa de pensión, el Libra y sus tres amigos se fueron a dormir en el suelo del estudio, después de cerrar cuidadosamente con cerrojo la puerta. ¿Él la dejaba encerrada fuera a ella? ¿En una casa donde ella pagaba la mitad del alquiler? ¿Y se consideraba equitativo? No en vano ella era una científica en cierne.

La Aguadora debió trabajar hasta las tres de la mañana, pero finalmente preparó en el fregadero de la cocina, utilizando unos tubos de ensayo para experimentos caseros, una abominable mezcla de productos químicos con una base de amoníaco, y después lo vertió cuidadosamente en una pistola rociadora (sí, esto sucedió realmente), que accionó a continuación debajo de la puerta del estudio, a la cual ella también le había echado el cerrojo por su lado. Afortunadamente, el estudio tenía ventanas, por las cuales los cuatro hombres jadeantes huyeron de los vapores que los habían arrancado de su sueño profundo. Al principio pensaron que era un ataque de OVNIs. (Es fácil confundir una travesura de Acuario con una agresión interplanetaria.) Desde luego, cuando salieron por las ventanas, pisotearon las ropas y el reloj del hombre Libra, que estaban esparcidos por el suelo, esperándolo. Y es comprensible que ambos llegaran tarde a clase, ese día. Ahora bien, sé que no me creerán (a menos que sean un hombre Libra o una mujer Acuario), pero Debra y Steve se besaron y se reconciliaron pocas semanas después de ese Encuentro Próximo, y la última vez que tuve noticias de ellos estaban estudiando dichosamente juntos su anatomía y su bioquímica.

Es que se aman, verán. Se necesitan el uno al otro. Porque no hay nadie que pueda curar el corazón de ella con tanta ternura como su hombre Libra, con su sonrisa radiante… y no hay nadie que pueda amarlo a él, con todos sus defectos y vicios, tan vehemente, leal y fielmente como su versátil Aguadora… y en verdad no hay nadie a quien cada uno de ellos pueda respetar desde el punto de vista intelectual tanto como se respetan mutuamente. Cuando ella no está disparando pistolas rociadoras por debajo de la puerta del estudio, es superinteligente, mimosa y afectuosa, tan amada y deseable como un cachorrillo. Cuando él no se está mostrando frío y malhumorado y cruel, es dulce, divertido y sagaz y muy cariñoso. A esto hay que sumar las lasañas caseras de ella. Y el hecho de que él es el único hombre que le dirá «te amo» con auténticas lágrimas en los ojos, o que usará sentimentalmente un reloj de pulsera descalabrado con las manecillas inmovilizadas definitivamente en la medianoche, porque se lo regaló ella. Cada vez que esta mujer Acuario riñe con su hombre Libra, me telefonea aproximadamente al amanecer, lacrimosa, y pronuncia las mismas palabras conmovedoras: «Me dijo que era mi amigo. Los amigos deberían entenderse entre sí, ¿no es cierto? Lo demás no me importa, pero dijo que era mi amigo».

Los Acuario de ambos sexos atribuyen mucho valor a la amistad. Pueden comportarse como se les antoje en su condición de amantes o esposas, pero la amistad debe ceñirse a un código inflexible. Hay ciertas cosas que los amigos hacen. Y hay otras que los amigos no hacen. Los amigos no hablan de ti con terceros, si no es para alabarte. Los amigos no infringen sus promesas. Los amigos te aceptan con todos tus defectos. Los amigos nunca son desleales… y los amigos siempre están a tu lado cuando los necesitas. Los Acuario casi nunca se dan cuenta de que su definición de la amistad es intercambiable con la del verdadero amor. Los Aguadores nunca piden de la amistad más de lo que están dispuestos a dar en cambio. La única diferencia que existe entre los ideales de amistad y amor de Urano consiste en la combinación de sexos implicados, y en la Era de Acuario, es difícil trazar la línea de demarcación. El hombre Libra necesita indefectiblemente paz y armonía en su entorno. En ausencia de ellas, es inevitable que se enferme gravemente: física, mental o emocionalmente… o todo al mismo tiempo. Esta es una ley inquebrantable de la astrología en lo que concierne a los regidos por Venus. Por consiguiente, la mujer Acuario que ame realmente a este hombre deberá empeñarse sinceramente en sofocar sus excentricidades (exceptuando las estimulantes e incitantes) y deberá hacer un gran esfuerzo encaminado a traer serenidad y sosiego a su relación. Esto no siempre es fácil para la Aguadora, porque el hombre Libra generará equívocamente gran parte de sus propias crisis, al esmerarse demasiado por satisfacer a los demás, al trabajar afanosamente durante meses y meses hasta quedar al borde del colapso, y al preocuparse por encontrar la forma de que todos lo quieran y se quieran, además, entre sí. O renuncia a su tentativa de ponerlo todo en orden, y malgasta su creatividad, procurando demostrar al mundo que él, por lo menos, hace lo que puede… cuando el mundo ni siquiera está enterado de que él anda dando vueltas y vueltas para conformarlo.

Cuando se siente insoportablemente frustrado, es posible que se entregue en exceso a las bebidas y las juergas, y que después sufra remordimientos por haber descuidado a su mujer, sus estudios, su trabajo, su salud física, y así sucesivamente. Los hombres Libra trabajan duro y juegan duro. Tienen un instinto seguro para aplacar desacuerdos y mediar en situaciones conflictivas afablemente v sin esfuerzo. Sin embargo no parecen poder adquirir la virtud de equilibrar y nivelar recíprocamente sus mentes y sus cuerpos. Durante largos períodos este hombre trabajará como sesenta, sín descansar un momento. Después se desplomará sobre la cama, y se quedará tanto tiempo quieto que la mujer Acuario que lo ama temerá que haya entrado en un trance catatónico, o que haya sucumbido a un ataque fatal de la enfermedad del sueño. Sólo está descansando. Esto es todo: sólo descansa. Hay que dejarlo en paz, y pronto volverá a ser el mismo de siempre, una vez que haya recuperado sus energías y rejuvenecido su espíritu. Si deben reunirse con él, oigan música, lean en voz baja, cuiden que su habitación esté pulcra y ordenada y resplandeciente y alegre, con mucho aire fresco… y no discutan con él nada negativo. Éste no es el momento adecuado para inducirlo a manifestar su aprobación, cuando el pobre hombre está tumbado boca arriba. Durante sus raptos de silencio hay métodos más agradables para apaciguarlo. Los métodos de Venus.

El amor, con todas sus variaciones, sin excluir por cierto su aspecto sexual, es tan necesario como el aire para el hombre Libra. La amistad, con todas sus variaciones, es tan necesaria como el aire para la mujer Acuario. Si él es su verdadero amigo, ella podrá confiar en él de corazón, lo cual le permitirá ser la compañera sexual y romántica más ardiente que él pueda desear, aun cuando esté soñando (y este hombre sueña mucho con la pasión). Lo inverso también vale. Si ella es su novia exquisita, si está a la altura de su imagen idealizada de la feminidad (y deja de amenazarlo con gitanos imaginarios) y si participa en el acto amoroso con idéntico deseo, él será el amigo más leal y fiel que ella pueda esperar (y sus esperanzas son descomunales en lo que concierne a la amistad). Es lo que podrían denominar un trueque equitativo, en el cual cada uno le da al otro lo que éste más necesita. Esta mujer se enfría, en el plano sexual, cuando su amante Libra la ha ofendido de alguna manera al infringir su código de la amistad, aunque haya sido fugazmente, en un detalle nimio. Asimismo, a este hombre le resulta imposible demostrarle su amor físicamente cuando, pocas horas antes de su abrazo nocturno, ella le ha ganado un debate intelectual y lo ha hecho sentirse ridículo por alguna trivialidad. Ambos deberán disculparse por estos agravios recíprocos involuntarios, y recordar la antigua advertencia: Nunca dejen que el Sol se ponga sobre la cólera (que no se gestó en los tiempos de vuestra bisabuela, sino dentro de la memoria del inconsciente colectivo, simbolizando el trágico crepúsculo en que Set asesinó a su hermano, Osiris, causando la primera «puesta del Sol» de la Tierra.

Después los dos, el hombre Libra y su mujer Acuario, deberán dormirse apaciblemente, cogidos de la mano, desentendiéndose del amor, y dejando que éste los sorprenda amablemente con su magnitud cuando despierten por la mañana. Libra y Acuario descubrirán que su amor sexual los deja más satisfechos cuando lo abordan alegre y reverentemente, incluso poéticamente, pero nunca agresiva o imperiosamente. Dos signos de Aire hacen el amor ciñéndose a un esquema muy delicado. Cuando sus mentes estén sintonizadas, sus cuerpos responderán, y las acompañarán cantando con bella armonía. Cuando sus mentes estén turbadas o confundidas, lo único que conseguirán, al forzar el amor, será lacerar su frágil encanto… o congelarlo en el hastío. Será inevitable que estos dos se lastimen de vez en cuando porque se aman mucho. Pero la vibración 5-9 siempre renovará su clemencia, si le dan una mínima oportunidad. Este hombre no soporta estar solo: debe casarse (o convivir como si estuviera casado) pues de lo contrario lo devorará la frustración. El Libra que se resiste a este instintivo anhelo interior, es en verdad un hombre muy desgraciado. Aries, el signo opuesto a Libra, vibra al compás de la salida del sol, pero Libra vibra al compás de la puesta del sol. La hora de la puesta del sol es la de su mayor soledad, cuando él es más vulnerable a su mujer Acuario que desea decir: «Lo siento». El resplandor dorado de la luz a la hora de la puesta del sol, cuando concluye el día, encierra una conmovedora belleza. Ningún otro tipo de luz puede producirle a Libra tanto dolor, cuando no hay nadie especial junto a él, nadie que le tenga verdadera consideración. Envuelto en las tinieblas de su tremenda soledad, mira cómo la gente se vuelca del interior de los edificios de oficinas hacia el último destello del día. Todos llevan un rumbo menos él… hasta que súbitamente la ve a ella, recortada contra un fondo de color rosa dorado, caminando hacia él, vacilante. Él no había planeado encontrarla tan inesperadamente, pero debería haberlo planeado. En ella todo es inesperado. El Libra corre hacia ella… y ella también aprieta el paso. Él se da cuenta de que ella ha estado llorando, porque tiene la nariz enrojecida. Lleva una caja muy grande, casi más grande que ella… con una sorpresa para él. ¿Qué podrá ser? «¿Podemos seguir siendo amigos?», le pregunta ella, titubeando. Él reflexiona. «Sólo si prometes que vendrás conmigo a casa responde. Entonces ella le devuelve la sonrisa. Le hacen señas a un taxi amarillo dorado que pasa por allí, montan en él de un salto, cierran las portezuelas… y ella se recuesta contra su hombro en el preciso instante en que el Sol desaparece del cielo… justo a tiempo. Pero se salvaron, aunque faltó muy poco para perderlo todo.

Adaptación de Linda Goodman

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