Al comienzo ella se sintió atraída hacia él como un imán propulsado a chorro. Quién sabe cómo, el Aguador parecía succionarla casi literalmente hasta los abismos de sus ojos soñadores, como si ella fuera un jirón de nube que desaparecía en el espacio de su expresión. Por tratarse de una Leona, ella, naturalmente, se resistió. Pero fue inútil. Se sintió remontada por la mansa brisa de su carisma del elemento Aire, acunada por la música reconfortante de su gaita. (Es posible que al resto de nosotros la gaita nos parezca un poco estridente y chillona, pero para el Leo es reconfortante, porque trae reminiscencias de cambios de guardia, desfiles de coronación y todo eso.) Durante un tiempo, todo fue color de rosa, plumas de pavo real, maravillas sobre maravillas. Él se comportaba como un verdadero santo. A veces, ella estaba segura de que incluso veía su halo, aunque parecía tener una forma muy rara. (Era su aura, y todas las auras de Urano tienen una forma rara. Parecen una pirámide invertida con un rayo que traza los tres planos que componen las caras triangulares. Insólito. También lo son los colores. Una especie de azul eléctrico, surcado por vetas de trueno negro y centelleantes conceptos blancos.) Curiosamente, al principio a él le sucedió casi lo mismo. Sintió la necesidad apremiante de caminar descalzo sobre la cola de su vestido de terciopelo púrpura, de besar los diamantes de su tiara. Las melodías perfumadas que exhalaba su nariz francamente divina lo hicieron levitar repetidamente varias decenas de centímetros. La misma languidez de ella apaciguaba sus pies y sus oídos incansables… mientras su porte perfecto lo dejaba alternadamente mudo y vibrante. Él también estaba seguro de que periódicamente podía ver, con su Tercer Ojo, el halo rutilante y rojo-dorado de ella. (Era su aura, en forma de Sol, brillante y enceguecedora, que lo dejaba hechizado e hipnotizado.) Ella se comportaba como la Reina de todos los ángeles. Ronroneaba como un gatito y zumbaba como un colibrí. Sonreía como un gato y como su quetzal favorito. Era un hálito del Cielo, llameante de pasión, pero fresca como un helado de limón.
De pronto, el cielo viró al gris. Relámpagos de calor. Retumbar de truenos. Inmensos Niágaras de aguas desbordadas, que habrían hecho abandonar el arca al mismísimo Noé, fluían del cántaro de Urano, en tanto que la esencia de Aire de él gestaba un tornado y el elemento Fuego de ella ardía como el incendio de Pompeya. En síntesis, había empezado la estación ventosa, calcinada y aguada del romance. El se convirtió en un individuo presuntuoso, insípido, tacaño y sarcástico. Ella se convirtió en una mujer descomedida, majestuosa, colérica y resentida. Era todo muy triste. ¿Qué había sucedido? Lo que había sucedido era que sus polaridades se habían enredado y retorcido. Leo y Acuario ocupan lugares opuestos en la rueda kármica de la vida. Estas dos son personalidades antagónicas, influidas por la configuración de signos solares 7-7, al principio magnética, y después repelente. Pero los opuestos se atraen, cuando los sexos también son opuestos, y ésta es la clave de la maratón del apareamiento: la oposición. Por lo menos, esto es lo que la mayoría de las personas creen que es. Pero se equivocan. El verdadero objetivo del amor y del apareamiento y de la complementación de las auras no consiste en conservar eternamente actitudes y deseos opuestos, sino en fusionar las fuerzas opuestas armonizándolas mansamente, en combinar lo mejor de cada uno y en descartar o diluir lo peor, con el fin de eliminar así el poder que tienen los rasgos negativos para atormentar su relación. En términos sencillos, ella no deberá envidiarlo sino que deberá tratar de imitar las características que él posee y que a ella le faltan, y cuya asimilación la beneficiaría. Asimismo, él deberá comprender que ella posee ciertas virtudes que serían una bendición para su propia personalidad si se esforzara un poco más por adquirirlas. Esto es lo que significa el concepto de oposición, que no significa enfrentarse. Significa fusionarse en un clima de dicha beatífica.
Pero siempre existe el riesgo de que la Leona y su Aguador pierdan toda la emoción potencial y la promesa estimulante de su relación amorosa o de su matrimonio si se empeñan continuamente en superarse el uno al otro cada vez que dan un paso por el camino. La respuesta es el toma y daca. No dar demasiado y no tomar demasiado. Cuando se mezclan las dosis justas de sumisión y mando, aunque sea en un imprevisible tubo de ensayo de Acuario, surge un elixir llamado igualdad. Igualdad entre los sexos… y entre la majestuosa Leona y su amante o esposo Acuario. La mayoría de las Leonas se mantienen alejadas de las mujeres Acuario, pero una chica Leo puede sentirse inexplicablemente atraída por un hombre Acuario. Él acepta la vida y acepta a la gente con la misma naturalidad con que le gustaría hacerlo a ella (y con que finge hacerlo), pero que quién sabe por qué no logra materializar cabalmente. Secretamente, ella tiene conciencia de que su falso orgullo aprisiona con demasiada frecuencia su auténtica ternura interior, y a veces desea poder distenderse y sumergirse en las margaritas del deleite, sin preocuparse por lo que piensan los demás… tal como lo hace él. Él le inspira deseos de soltarse la cabellera, literalmente, y de correr a su lado por praderas estrelladas, en un sentido alegórico y real. Ella le envidia su libertad de expresión, su capacidad para mostrarse indiferente y sereno. Las pasiones de la Leona, aunque generalmente controladas, consiguen imponerse a veces sobre su razón, y esto es algo de lo que después debe arrepentirse. ¿Cómo hace él para mantenerse tan impasible e insensible a la tragedia y al desencanto? Quizá si ella se convirtiera en una parte del Aguador, entendería su magia y podría parecerse más a él. Al hombre Acuario siempre le ha intrigado el hecho de que aparentemente no puede contar con los hombres Leo como amigos (excepto en el caso de un par de raros Leones. cuyos signos lunares tienen un aspecto armónico con el Sol natal de él). Sin embargo, he aquí la enigmática contradicción de esta mujer Leo, de esta orgullosa y altiva criatura felina que le ha hecho preguntarse si el contacto humano no podría consistir en algo más que la sola comunicación intelectual. Ella le ha hecho pensar, mal que le pese, en el amor, y le ha hecho decidir que quizá se equivocó cuando desechó las emociones como «puerilidades», indignas de la atención de un hombre adulto.
Más tarde, él se sintió irresistiblemente impulsado con fusionarse a ella tanto como se lo permitió la Naturaleza, lo cual fue una nueva experiencia para su corazón… y no hablemos de su cuerpo. El Aguador no lo entiende, pero como se trata de un misterio, ciertamente no permitirá que quede sin resolver. Su instinto detectivesco (junto con otros más primitivos) hace que se empecine en hallar la explicación del hechizo que esta mujer ejerce sobre él. La manera más sensata de empezar —suspira y se confiesa finalmente— consiste en poseerla en esa forma que, según dicen siempre todas las personas sentimentales, es tan regocijante, tan increíble, tan explosiva y tan satisfactoria. Así que lo hizo. Y lo era. Regocijante. Increíble. Explosiva. Satisfactoria. Los sentimentales tenían razón. Qué asombroso. Por supuesto, no la poseyó apenas resolvió hacerlo. Al fin y al cabo, ella es una Leo, y una Leona no se entrega antes de que el hombre que ama le pruebe su adoración en incontables formas durante un lapso razonable. Igualmente, cuando ella por fin optó por honrarlo con el cálido don de todo su amor y de todo su ser, su placer sexual fue exquisito. A menudo, el hombre Acuario es más demostrativo y afectuoso con una mujer Leo de lo que cualquiera, incluido él, habría creído posible. Así como la Leona descubre a menudo que puede disfrutar del acto amoroso con el hombre Acuario que ha conquistado su corazón sin reservarse majestuosamente una parte de su ser, por temor a que la consideren indigna y ello le haga perder el amor propio que necesita para conservar su identidad ante sus ojos, para no hablar de los ojos del resto del mundo. La Leona intuye que este hombre no la escarnecerá ni la despreciará si ella se manifiesta sinceramente tal como es durante sus intimidades. Y por tanto su unión física puede ser un vínculo sólido entre ellos, que los reconcilia una y otra vez después de que han reñido. El deseo mutuo, cuando es suficientemente profundo y persistente, se convierte en un bálsamo poderoso contra agravios y frustraciones triviales.
Sin embargo, aunque la feliz compatibilidad sexual es una hermosa faceta del amor entre cualquier hombre y mujer, el sexo por sí solo no basta para garantizar la dicha. Estos dos deberán transigir y adaptarse en otras áreas de su convivencia, porque si no su pasión inicial se congelará lentamente… y la reacción originalmente tierna y espontánea de él ante la personalidad tierna y radiante de ella revertirá a su indiferencia soñadora típica de Urano. Es indispensable que a la mujer Leo la halaguen periódicamente, le confirmen que es adorada por el hombre que ama. La Leona hambrienta de admiración y valoración es tan fuerte como una leona de la Naturaleza que está hambrienta de carne. El hambre es el hambre, y puede hacer que la gente se comporte de manera extraña. La tendencia innata del hombre Acuario consiste en jugar a las adivinanzas con la mujer de la que está locamente enamorado. Le insinúa. Le sugiere. La invita a introducirse en su mente (un lugar donde la mayoría de las personas encuentran un cartel que reza: Se prohíbe la entrada) y cree que esto debería convencerla de que es muy importante para él, de que él la necesita más de lo que se puede traducir en palabras. Pero será inútil. A ella no le gustan las adivinanzas. Las sutilezas la irritan, porque ella a su vez es muy franca y expansiva. Es posible, en verdad, que él la necesite más de lo que se puede traducir en palabras, pero si desea conservarla deberá aprender a expresarlo. No le resultará fácil, porque generalmente el Aguador típico tiene problemas para dominar la ciencia de los cumplidos y los halagos. Se siente incómodo cuando vierte en palabras sus sentimientos y emociones más profundos. Está más a gusto cuando los transforma en un chiste o un estribillo humorístico. Es posible que le escriba un poema o una canción, pero se ofusca —a veces dolorosamente— cuando tiene que formular directa y personalmente una declaración de amor.
Ella deberá esforzarse un poco más por comprender que este hombre, con su idiosincrasia imprevisible y nexcéntrica, es un ser humano especial. No brinda su amor despreocupadamente. El mismo hecho de que le haya dicho «Te amo», aunque sólo sea una vez, debería convencerla de que se toma su relación en serio. No deberá tratar de hacerle repetir declaraciones que él considera intrascendentes, como prueba de que su amor es sincero. Para él, lo dicho conserva su valor… hasta que se retracta de ello. Reiterar un aserto, un acto, una idea, o lo que sea, se le antoja un tremendo derroche de tiempo. Éste es un hombre cuya mente siempre está fija en el futuro, no en el pasado. Como cuando su madre pretendía obligarlo a decir «gracias» y «por favor» y «de nada» cien veces por día. Le parecía ridículo. Hay otras formas de expresar el agradecimiento y la cortesía. Aprendió que los hipócritas que rinden falsa pleitesía a las normas sociales o románticas son los mismos que infringen las que él interpreta como reglas básicas del decoro y la bondad, de la honestidad y la lealtad… y odia la hipocresía con todas las fibras de su ser. Es posible que intente explicárselo a ella alguna medianoche o algún mediodía. Tumbado junto a ella en la cama, o mientras cruzan una calle ajetreada, cogidos de la mano, al mediodía. Sencillamente se le ocurrirá de pronto, y entonces se lo dirá. «Sabes —murmurará afable, parsimoniosamente—, lo que vale no es lo que la gente dice. Lo que vale es lo que la gente hace.» A continuación le clavará una de esas miradas de Urano que penetran hasta el fondo y que parecen taladrarle el alma. Si ella es tan sagaz como los regidos por el Sol pueden serlo, le sonreirá con la mirada, responderá simplemente: «Lo sé»… y nunca jamás olvidará el momento atemporal en que él se esforzó tanto por hacerle ver, comprender. Porque es probable que nunca lo repita. Los Acuario sólo desnudan su alma raramente, por un instante. Si estás muy ocupado o muy lleno de autocompasión para escuchar, ese trance se perderá definitivamente. Es posible que elijáis un perro como animal doméstico (o incluso una ardilla o un hámster, tanto da) y el animal quedará conmovedoramente agradecido de que lo hayas adoptado y le hayas dado un hogar. Pero ya saben lo que se dice de las gatas. Nadie «elige» a una gata como animal doméstico. Es la gata la que elige a su propietario. Y sólo después de decidir que eres digno de que te honre con su presencia. Pretenderá que te muestres debidamente complacidos, que la mimes y le des frecuentes palmaditas en la cabeza… si quieres que se quede contigo y te ronronee y adorne tu casa. El Aguador deberá tomar en cuenta de que su Leona sustenta parecidas ideas. En cuanto a las dudas que la mujer Leo pueda alimentar acerca de la estabilidad básica de su hombre Acuario imprevisible, excéntrico y poco convencional… bueno, es posible que esté un poco loquito, pero esto es lo que lo salva de volverse loco en un mundo al que realmente le falta un tornillo. Cuando ella lo piense mejor, lo comprenderá. Y recuperará su sonrisa radiante. Justo a tiempo. Él se estaba congelando ahí fuera, solo, sin ella. Pero nunca se lo habría confesado. Sencillamente habría dado media vuelta y se habría ido, silbando valerosamente una canción solitaria, simulando indiferencia. Más tarde, se habría preguntado por qué lo acusó de ser olvidadizo en razón de que nunca se acordaba de llevarle un regalo en el día de su cumpleaños o de su aniversario. Ella era la que olvidaba… que un día él le dijo que la amaba.
Adaptación de Linda Goodman
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17 respuestas a “Mujer LEO Hombre ACUARIO”
que buen texto, me encanto, lo tomare como un manual de instrucciones.
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Gracias por tus palabras. Abrazos
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Precioso e ilustrativo. Qué forma tan poética de mostrar las sinastrías de estos dos signos complementarios. Una vez hubo chispa con mi facilitador de Metafísica que es del signo Acuario, pero decidí que es mejor la admiración mutua antes que la rutina generara entropía.
Saludos.
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Gracias a ti por tus palabras. ¡Abrazos!
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Que maravillosa narración, describió exactamente aquella tierna e inolvidable experiencia con un Acuario. Mis felicitaciones!
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Gracias linda por tus palabras.
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Es un texto precioso, de hecho es de los mas bonitos en tu web en cuanto compatibilidades. Conozco a mi aguador nueve años, enamorados el uno del otro, y al fin me regaló un «te amo», hace seis meses. Y aún sigo levitando con el.
Gracias por este manual tan positivo.
Conseguiste que llorara las tres primeras veces que lo leí.
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Gracias preciosa! Es inspirador tu comentario. El texto es de Linda Goodman, yo solo lo comparto para que todos puedan conocer su obra.
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Describes perfectamente al hombre Acuario y a la mujer Leo, cada vez que lo leo, lo mínimo que obtengo son pelos como escarpia.
Es una narración MARAVILLOSA!!!
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Gracias a ti bella, es de la famosa astróloga Linda Goodman.
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super buen articulo… es tan preciso que parece mentira que fuese escrito en forma de poesía!
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Gracias bella. es de la famosa astróloga Linda Goodman
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No puedo creer , esto me hizo sentir muy mal , soy una mujer Leo y hace bastante estuve enamorada de un Acuario pero el era muy reservado y eso me sacaba de quicio… un día me enoje tanto que lo trate muy mal y el no me dijo nada simplemente no volví a saber nada y ahí terminó todo, no hay nada que pueda volver a hacer!!
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Lo siento Kiara
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Espectacular narracion y muy acertada descripcion de como es mi pareja , yo de acuario y ella de leo .
Me encanto !!
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Gracias!!! le pertenece a la famosa astróloga Linda Goodman.
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