Como sobre el Cangrejo y el Aguador influye la vibración de signos solares 6-8. Acuario siente que Cáncer lo ayuda, de alguna manera, y Cáncer siente que Acuario lo desconcierta, de alguna manera. Por supuesto, Cáncer no es el único que piensa así. Acuario desconcierta a todo el mundo. Sólo se trata de que Acuario desconcierta a Cáncer más que al resto de la gente, porque representa, para él, la octava casa astrológica. Esto significa que los Cangrejos ven a los Aguadores más o menos como los Aries ven a los Escorpión, como los Tauro ven a los Sagitario, y como los Géminis ven a los Capricornio, y así sucesivamente. Todo es relativo. A primera vista, puede parecer que estos dos no comparten absolutamente nada, de modo que les resulta difícil relacionarse entre sí. Pero piensen un poco mejor. Tomen, por ejemplo, a la Madre Gansa de los cuentos infantiles (Cáncer) y al Sombrerero Loco de Lewis Carroll (Acuario). ¿Les parece que pueden tener algo en común? Indudablemente comparten la cualidad de… su naturaleza extraña. Lo abstracto. Sin embargo, Acuario es extraño en una forma súbita, chocante y nada convencional, y Cáncer es extraño en una forma caprichosa y soñadora. Aunque es innegable que los Cangrejos son exteriormente muy prácticos, tienen esta esencia esquiva de versatilidad e imprevisibilidad. Esto también lo comparten con Acuario, pero lo que cuenta es la forma diferente en que se manifiesta la cualidad. La versatilidad de los Cangrejos está sincronizada con las fases de la Luna. Es así de simple. De modo que resulta un poco más fácil llevar la contabilidad diaria de sus cambios de humor. Basta asentarlos pulcramente en un libro mayor, como saben, bajo los encabezamientos Luna llena (extravagante y lloroso), Luna nueva (inquieto e imaginativo), cuarto de Luna (nostálgico y añorante), tres cuartos de Luna (gracioso y simpático), períodos menguantes (malhumorado y colérico), períodos crecientes (agresivo y hambriento), o eclipses (enfurruñado y retraído).
El problema consiste en que a veces los Cáncer mezclan sus estados de ánimo, y entonces uno debe observar que es en la luna llena cuando se muestran graciosos y simpáticos, en tanto que la luna nueva genera nostalgia, o que saltan fuera del sótano durante los tres cuartos y se vuelven agresivos durante un eclipse. Hace falta un libro mayor con varias columnas, quizá también un bolígrafo azul y otro rojo para los cambios, e incluso así, se necesita mucha concentración para mantener las columnas en orden, si se les antoja aferrarse a la cólera y el mal humor durante los períodos menguantes, pero virar a la extravagancia y los lloriqueos durante el cuarto de luna. A pesar de todo esto, los humores y los cambios del Cangrejo son bastante más fáciles de pronosticar que los del Aguador típico. Verán, la versatilidad y el comportamiento imprevisible de los Acuario están sincronizados con los rayos de Urano, y realmente no sé de nadie, incluidos Tom Edison, Ben Franklin y Nikola Tesla, que haya encontrado la forma de predecir los rayos con suficiente precisión como para asentarlos en un libro de contabilidad. En determinado momento el cielo parece un vaso de leche de color azul claro, y una fracción de segundo después un fuego amarillo, zigzagueante y ramificado, corta las nubes, seguido por una tremenda resonancia que culmina en el súbito estampido de un trueno. Por consiguiente, aunque la contabilidad lunar sea muy intrincada, la de los rayos de Urano es sencillamente imposible de organizar correctamente. En realidad, pienso que lo menos traumático será que el Cangrejo y el Aguador toquen de oído. A esta altura, probablemente habrán comprendido que si bien esta asociación puede ser, por cierto, desconcertante para ambos protagonistas, es muy difícil que le resulte aburrida a cualquiera de los dos.
Quizá como los Cangrejos reaccionan vehementemente, y están dotados de necesidades emocionales capaces de remontarse a grandes alturas y de hundirse a grandes profundidades, los Acuario piensan que es divertido hacerles pequeñas jugarretas, sorprenderlos cuando menos lo esperan. Es posible que los Aguadores les den estos chascos a los Cáncer a cualquier edad, y que empiecen muy jóvenes, a veces incluso antes de haber nacido, aunque, con un comportamiento típico de Urano, casi siempre deslizan una sutil insinuación de la treta en cierne, insinuación que el Cangrejo casi nunca capta pero que tranquiliza la conciencia de los Acuario, porque, al fin y al cabo, intentaron alertar a su víctima, y ésta no les hizo caso. (Los Acuario aborrecen comportarse en forma deshonesta o hipócrita.) Por ejemplo, una chica cáncer se disponía a dar a luz por primera vez en marzo de 1978, así que pueden imaginar muy bien que esperaba con entusiasmo el acontecimiento, porque Cáncer es el signo de la maternidad, y si engendrar hijos es por naturaleza algo tan maravilloso para las mujeres, lo es aún más para las chicas Cangrejo. El obstetra les informó a ella y a su esposo, que la criatura nacería el 28 de marzo. Las madres siempre les creen a sus obstetras (las madres Cáncer aún más porque tienden a ser tímidas y renuentes a discutir), aunque me pregunto por qué son tan crédulas, puesto que los médicos sólo calculan correctamente la fecha del nacimiento más o menos por debajo del dos por ciento de las veces y su promedio de aciertos es incluso menor con los primogénitos. Así que ahí estaban, los pobres esperando a un bebé ariano, lo cual implicaba, por supuesto, prepararse para más reclamos aullantes de pañales y teteros tibios a horas inusitadas de la noche, porque si bien todos los críos son exigentes, hasta cierto punto, los pequeños arianos son increíblemente egoístas y no les importa que sus padres duerman o no con tal de que satisfagan sus estridentes pretensiones.
Estos regalos del Cielo que llegan por la vía de Marte son muy exuberantes, pero no por ello menos irresistibles. El problema consistió en que el médico y los padres se equivocaron de signo solar. Sólo la criatura sabía que era Acuario. Intentó prevenirlos antes de darles la sorpresa, pero no, no le hicieron caso, e insistieron en encaminar sus consultas hacia el médico y los calendarios y cosas parecidas, en lugar de orientarlas hacia la Biblioteca Pública, donde los aguardaba la verdad. Ahora bien, tal vez les parezca que la biblioteca pública es un lugar muy extraño para ir a averiguar la fecha de nacimiento de un niño, pero para un Acuario es muy lógico. El Aguador no llegó el 28 de marzo sino, ciñéndose puntualmente a su propio programa de Urano, el 3 de febrero de 1978, casi con dos meses de anticipación, y con un peso de dos kilos y medio… y no, el pequeño no era un niño prematuro. Era un chico perfectamente sano y bien formado (aunque diminuto), nacido en cuentas, que no tenía el propósito de acomodar su entrada en este mundo a los cálculos equivocados de los demás, privándose así de su signo solar Acuario. Pero como he dicho, el Acuario intentó prevenir a su madre Cáncer. Al salir apresuradamente de la casa, rumbo al hospital —cuando se hizo evidente que con calendario o sin él, con médico o sin él, llegaba inevitablemente— La chica pasó junto a la mesa del recibidor, sobre la cual descansaba un libro de la biblioteca, con la tapa abierta. ¿Pero acaso lo vio? No. Sólo cuando volvió a casa con su bebé en brazos echó una mirada a la advertencia. Sobre la tarjeta del libro se hallaba estampado en grandes letras purpúreas el telegrama de Urano, que no podía ser más nítido y terminante. FECHA DE VENCIMIENTO: 3 de febrero de 1978.
Cualquiera que sea la relación entre Cáncer y Acuario, ya se trate de parientes, amigos, socios, amantes o consortes, y tanto si el Aguador es mujer, hombre o de cualquier otro sexo, el Acuario le hará de cuando en cuando estas pequeñas jugarretas a la criatura lunar, sólo para contemplar su reacción. Las facciones de Cáncer son tan elásticas, que observar las expresiones que cruzan por ellas es como contemplar una película de la vida: alegría, aflicción, risa, recelo, reserva, miedo, cólera, ternura, esperanza, desesperación, expectativa… toda la gama de las emociones humanas. Lágrimas; y después risitas. Risas, y después sollozos. Mal humor, y después dulce ternura. Afabilidad, y después agresiones de cangrejo. Los Aguadores disfrutan inmensamente de todo esto. Pero hay un estado de ánimo de Cáncer que no los regocijará. El sentimiento a veces exagerado de intimidad personal, propio del Cangrejo. Los Acuario no tienen nada que ocultar, y no pueden comprender por qué los Cangrejos son tan innecesariamente desconfiados y autoprotectores. Es posible que estos dos necesiten tomarse unas breves vacaciones, el uno del otro, cada vez que sus respectivas excentricidades empiecen a erizarles los nervios. Un hombre Cáncer y un hombre Aguador que conozco, y que habían sido amigos muy íntimos, resolvieron compartir una casa durante unos meses en, mientras el Acuario investigaba una universidad para verificar si ésta era digna de que él la honrara con su inscripción. Su camarada Cáncer tenía la costumbre de echarle llave a su habitación cuando salía de la casa. Al proceder así no ponía en tela de juicio la honestidad de su amigo regido por Urano: sólo se trataba de que a veces los Cangrejos tienen esta obsesión ligeramente neurótica de la reserva. El Acuario se limitaba a encogerse de hombros.
La idiosincrasia de sus amigos nunca preocupa ni sorprende a los Aguadores. Su lema es «vive y deja vivir». Sin embargo, una noche el Cangrejo cometió el error de dejar encerradas en su habitación la guitarra y la raqueta de tenis de Acuario, antes de irse al cine. Cuando Acuario volvió a casa y quiso practicar algunas canciones, para jugar después un partido de tenis, descubrió que su equipo había quedado guardado bajo llave. La cólera de Urano se descargó como un rayo, y forzó una ventana y entró a recuperar sus pertenencias. El Cangrejo se indignó al descubrir que habían entrado por la fuerza en su habitación, y llamó a la policía. Este episodio casi destruyó la amistad que los unía, pero afortunadamente discutieron lo que había sucedido y se separaron con un apretón de manos… aunque el Acuario se mudó prudentemente al día siguiente, antes de que el período de enfurruñamiento de Cáncer por el incidente le hicieran decir cosas que le habrían producido a la criatura lunar heridas demasiado profundas e inolvidables. Algún día retomarán su amistad en el punto donde la dejaron. Pero la moraleja de la historia consiste en que estos dos signos solares no deben molestarse demasiado el uno al otro. Será útil que periódicamente se separen durante un tiempo, para darse un descanso. A Cáncer le disgustan muchísimo la curiosidad y contundencia de Acuario. A Acuario le disgustan muchísimo la reticencia de Cáncer y su proclividad a enfurruñarse. Sin embargo, el mismo Aguador se enfadará cuando el Cangrejo se muestre cambiante, excéntrico e imprevisible. Entonces el Cangrejo podría muy bien responder, justificadamente: «¡Mira quién protesta contra los cambios de humor, la excentricidad y la conducta imprevisible!». Lamentablemente, los Acuario nunca se ven a sí mismos, en ningún sentido, como seres extraños. Todo el mundo está loco, y todos sus habitantes lo están, pero ellos son lo más normal que se puede ser. Acuario es un signo fijo, no lo olviden. Cáncer es cardinal. En consecuencia, Cáncer hará todo lo posible por «mandar» a Acuario, en tanto que Acuario hará todo lo posible por no dejarse mandar. Esto es lo que se entiende por cardinal y lo que se entiende por fijo. El resultado final es… bueno, no me gusta ser redundante, pero es imprevisible.
El error que se comete con más frecuencia en la asociación entre el regido por la Luna y el regido por Urano proviene de la tendencia del Cangrejo a ensayar todas las maniobras estratégicas (la mayoría de ellas taimadas y secretas) para acercar al Aguador al punto de vista de Cáncer. Se necesita tiempo para aprender que el diablo y cuarenta jinetes no podrían persuadir a una criatura de Urano de que debe hacer lo que no desea. Si les place, que sean el diablo y noventa jinetes. Agreguen todo el cuerpo de Infantería de Marina. Si el Aguador sustenta otras ideas, el Cangrejo casi siempre derrochará su tiempo, y los Cáncer deberían tomar nota de esto, porque son tan poco aficionados a derrochar el tiempo como a derrochar el dinero. Igualmente, siempre puede haber casos inesperados, «imprevisibles», en que el Acuario se deja halagar o engatusar o reducir mansamente a la sumisión, y los raros ejemplos de este fenómeno se deberán invariablemente a la tenacidad realmente asombrosa del Cangrejo. Cuando un Cangrejo aferra algo o a alguien con esa pinza de perseverancia, no es fácil zafarse. Los hábitos gastronómicos de estos dos son, a menudo, muy distintos. A muchos Acuario les gustan cosas tales como los plátanos congelados mezclados con hígado picado, los tomates rellenos con frijoles… y los dientes de león asados. Los Cáncer prefieren platos más sustanciosos como los que mamá acostumbraba a guisar. La fórmula que Acuario debe recordar si desea mantener satisfecho al Cangrejo es: mucho amor, mucha comida, mucho dinero y sencillamente la mar de atención comprensiva.
Si los Cangrejos quieren saber cuál es el secreto del éxito cuando se trata de lograr la armonía con los Aguadores, helo aquí (pero no se lo cuenten a nadie… ¡shhh!). No se metan en lo que no les importa, no chismorreen, no los regañen, no les formulen preguntas, y estén preparados para recordarles de tiempo en tiempo cómo se llaman y dónde viven, cuando olviden distraídamente dichas menudencias. Si ambos ponen en práctica estas fórmulas, se llevarán bien. Cuando el Cangrejo se sienta solo y alunado (con un sentimiento muy parecido a la nostalgia por el terruño, pero más intenso), el Aguador deberá exclamar jovialmente: «¡Eh! ¿Quieres jugar a las metras, pero usando caramelos de goma?». Esto bastará para hacer sonreír al más triste de los pájaros locos: la mención de algo para mascar. Y el recuerdo de la diversión que experimentaban durante el recreo, en los «buenos tiempos de antes», muy, muy lejanos, cuando la vida era hermosa y segura e invulnerable y cómoda… cuando mamá los arropaba por la noche, y siempre tenía a mano un pañuelo para secar las lágrimas que derramaban por sus temores lunares.
Adaptación de Linda Goodman
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