Mientras Géminis estudia las brillantes pero a veces insoportables extravagancias del León, los Gemelos se preguntan: «¿El gran gato está realmente tan seguro de sí mismo? ¿O acaso Leo sólo intenta demostrar que la realidad es tan infalible y valerosa como la imagen?». Una típica alucinación geminiana. Mientras el León (o la Leona) estudia perezosamente a los mercuriales Gemelos geminianos, él (o ella) alimenta un pensamiento parecido: «Toda esta actividad mental y física debe de ser una forma de compensación. La sola supervivencia no basta para justificar tantas maniobras innecesarias. ¿Acaso Géminis intenta abarcar el este, el oeste, el norte y el sur, simultáneamente, para ocultar el hecho de que está extraviado (o extraviada) en el bosque con una brújula averiada?». Ambos han adivinado la verdad respecto del otro. Sí, los Leo intentan demostrarse a sí mismos y al resto del mundo, mediante un despliegue de actitudes arrogantes, que los Leones y Leonas son tan valerosos por dentro como parecen serlo por fuera. Y sí. Géminis procura demostrarle a la personalidad gemela y a todos los demás que corre rectamente, en la dirección justa, y que lo que hace en realidad no es dar vueltas en redondo.
Como estos dos signos solares están en posición sextil, y generan entre ellos una vibración 3-11, son intuitivos el uno respecto del otro, son propensos a la amistad no obstante las diferencias que surgen entre ellos de cuando en cuando, y comparten el talento de silbar en la oscuridad para fingirse valientes. Cuando silban juntos, armónicamente, les resulta más fácil convencerse de que todo está en orden. A diferencia de los Escorpión, que están profunda e inconmoviblemente convencidos de su superioridad, el León y la Leona creen que si rugen con suficiente fuerza nadie sospechará que su miedo interior de no estar completamente a la altura de todas las circunstancias que puedan presentarse los hace temblar de aprensión. El rey y la reina que son el orgullo de la jungla —o de cualquier reino, aula, oficina u hogar— nunca deben desprestigiarse delante de sus súbditos embelesados, que respetan y veneran la monarquía, sólo porque sus gobernantes son capaces de abordar cualquier emergencia grande o pequeña con majestuosidad sutileza y con solemnidad y sabiduría regias. La quintaesencia de la realeza consiste en proyectar la nobleza de espíritu y la fuerza de carácter a las masas más débiles. Curiosamente, y hasta cierto punto prodigiosamente, al simular todas estas virtudes Leo las adquiere de veras, y redescubre a través de todas las crisis humanas (para su sorpresa y deleite secretos) que el coraje del León es realmente tan fuerte como su rugido.
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Los Géminis tienen una buena suerte análoga con su aparente autoengaño. Mientras los Gemelos venden a los demás la validez de sus propios sueños, se la venden simultáneamente a sí mismos. Géminis narra historias condimentadas con emoción, siempre divertidas, algunas de ellas con un final de doble cambio, que inyectan entusiasmo y estimulan a las almas más cautas y prácticas. Con el pincel de la imaginación, Géminis pinta maravillosos cuadros semánticos de cosas triviales y se las ingenia de alguna manera para hacer que les parezcan auténticos y lógicos a las personas cuerdas, y a sí mismos. Merced a esta convicción, los ensueños de Mercurio terminan por materializarse y manifestarse. Como Leo intuye íntimamente que los Géminis dicen la verdad tal como ellos la ven, el enorme corazón del León sale al encuentro de los Gemelos, en los cuales reconoce comprensivamente a un hermano, o hermana, de alma. Por supuesto. Leo entiende. Es como la canción: «Haz creer que eres valiente y la treta te llevará lejos. ¡Puedes ser tan valiente como haces creer que lo eres!».
Lo que lastima y desconcierta a las aves mercurianas de Géminis es la forma en que otros, menos comprensivos que Leo, interpretan su talento para forjar imágenes. No entiende por qué cuando otras personas hacen eso mismo, las llaman creativas e imaginativas: traficantes astutos u hombres de negocios sagaces. Cuando lo hacen los Géminis, los consideran embaucadores y embusteros, o, en el mejor de los casos, engañosamente diestros y rápidos en la manipulación de los hechos. Los Géminis creen haber analizado hasta los mínimos matices del mundo y de todos los que lo habitan. Lo creen, esto es, hasta que tropiezan con las excepciones a la regla y finalmente llegan a la conclusión de que tal vez el mundo está compuesto únicamente por excepciones. Lógico. Los mismos Gemelos son una de ellas. Desde su infancia, los Géminis han tenido clara conciencia de que la ilusión es la más fiable de las riquezas. Ningún escenario de Broadway está tan lleno de dramatismo como el «teatro de la mente». Y por tanto, los Gemelos se sitúan en todos los papeles, y son desde característicos hasta ingenuos, desde estrellas hasta humildísimas comparsas, y a veces asumen las funciones de los tramoyistas y los músicos. ¿Por qué no? También han decidido que son los productores y directores, así que pueden ser lo que se les antoje.
Sin embargo, cuando salen a escena con los grandes gatos, lo mejor que pueden hacer los Gemelos es cuidarse de arrebatar los títulos privilegiados de estrella, director o productor. Si se está desarrollando un espectáculo, en cualquier lugar o momento, ya sea real o ficticio, pueden apostar a que los Leo insistirán en dirigirlo y producirlo… y ciertamente en desempeñar el papel estelar. Nadie eclipsa con éxito a un León o una Leona, por mucho tiempo, y ni hablemos de descollar sobre un rey o una reina. Esto no preocupa a los Géminis etéreos y desapegados. En verdad, los Gemelos tienen mucho más interés en cambiar el decorado que en acaparar los aplausos. Valoran los comentarios periodísticos tanto como Leo, y son igualmente expertos, si no más, en el arte de conseguir que se hable o se escriba acerca de ellos. Pero si se trata de típicas aves de Mercurio, lo normal será que se desplacen elegantemente a un lado y que dejen que los Leo más vanidosos disfruten de la mayor parte de las reverencias ante el público. ¿Ello se debe a que Géminis es un signo mutable? No necesariamente. Los Gemelos tienen otro «método para su locura». Cuando están en primer plano, encabezando el elenco, son vulnerables a la inspección de un atajo de extraños curiosos. Muchos Géminis que trabajan en el mundo del espectáculo se sienten incómodos cuando no pueden usar la capa multicolor de la identidad polifacética, que es tan útil para disfrazar una personalidad melliza —o incluso trilliza— que simula ser un solo ente.

La diferencia entre la naturaleza de Géminis y la de Leo respecto de la visibilidad y la exhibición pública quedó demostrada de una manera bastante ejemplar cuando pronuncié una disertación ante una multitud, compuesta primordialmente por periodistas, durante un banquete. Cuando pregunté cuántos Leo había en el salón, un montón de manos se alzaron instantáneamente por todas partes… y permanecieron levantadas, a la mayor altura posible, en muchos casos agitándose frenéticamente para no pasar inadvertidas. Cuando pedí a continuación que los grandes gatos tuvieran la gentileza de ponerse en pie para que los viéramos, las cabezas empezaron a girar, a izquierda y derecha, a medida que todos los Leones y Leonas que estaban presentes esa noche en el salón se levantaban majestuosamente. Entonces, mientras el público aplaudía estruendosamente, todos esos Leo, empezaron inmediatamente a hacer reverencias muy formales, aceptando cortésmente el merecido homenaje, como si así lo estipulara el libreto. Incluso los Leones que eran gatitos tímidos, y que por fin encontraban la oportunidad de subir al escenario y saludar repetidamente. El espectáculo fue en verdad hilarante, tanto desde el punto de vista astrológico como desde todos los demás. A manera de prueba, poco después de que se hubiera acallado el tumulto, pedí que todos los Géminis presentes alzaran sus manos. «Vamos —los urgí—, quiero ver cuántos Gemelos hay aquí esta noche.» No se levantó ni una mano en todo el inmenso salón. Un murmullo circuló rápidamente por el auditorio, mientras todos se preguntaban por qué los Géminis no contestaban al pase de lista astrológico.
El público no entendía lo que pasaba, pero yo sí. Cualquier astrólogo lo habría comprendido. Los Gemelos prefieren observar, sin identificarse específicamente. Casi nunca los Géminis desean que los reconozca una muchedumbre. Además, era indudable que algunos de ellos habían concurrido al banquete después de decirle a un amigo, consorte o pariente que irían a otra parte. A continuación habían cambiado de idea, y no querían que los presentes comentaran posteriormente que los habían visto allí porque se habían exhibido ante toda la concurrencia. Los restantes se habían resistido a mostrarse por tantas razones distintas como Géminis individuales (o duales) había allí. Formulé todos estos comentarios en voz alta delante del auditorio, y repetí mi invitación a los Géminis. Entonces sólo tres o cuatro manos se alzaron parcialmente, con mucha lentitud y vacilaciones, en el atestado recinto. Súbitamente todos estallaron en una tempestad de risas mientras las cabezas giraban hacia el fondo del salón, donde lo que parecía una fila de bailarines, integrada por doce o más Géminis, intentaba evadirse furtivamente por la puerta. A medida que arreciaban las carcajadas, y que la gente empezaba a llamar por sus nombres a los Géminis que conocía, todos estos salieron corriendo, literalmente, delante del estupefacto portero. Todos los presentes, incluida yo, nos desternillamos de risa. Y así encontré en forma completamente accidental lo que resultó ser un método muy ilustrativo, además de hilarante, para demostrar la validez de los signos solares a una numerosa concurrencia de escépticos y creyentes.
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Mujer Leo – Hombre Géminis
Los dones gemelos de Mercurio —la simpatía y la locuacidad— convierten al Géminis típico en un experto domador de Leones, que engatusa astutamente a Leo para que salte con docilidad por sus aros dobles. Por ejemplo, es posible que Leo le pregunte a Géminis: «¿Cómo soy yo en realidad? O sea, ¿qué impresión le produzco a la gente?». Y Géminis contestará: «Bueno, eres increíblemente ególatra y arrogante. Pero también eres desprejuiciado, cordial y generoso». (Cuando se trata de los Leo, hay que sacudirles la verdad dolorosa al comienzo, y luego asestarles un cumplido como broche final.) Pero es posible que el León o la Leona persevere, acariciando su vanidad y preguntando: «¿Los demás ven mis virtudes con tanta claridad como tú? Y si las ven. ¿por qué siempre me subestiman?».
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GÉMINIS: «Claro que las ven. Todos saben que eres una persona fantástica, un poco engreída, y ensoberbecida, pero sabes organizar maravillosamente las cosas. Es obvio que eres más sensato y sereno que el individuo medio. Quien no te reconozca estos méritos debe de estar celoso, y no merece que le hagas caso». ¿Ven cómo se hace? Cuando conversen con un León, intercalen la verdad cruda entre gruesas rebanadas de caluroso halago. Mercurio tiene una técnica para ello, que consiste, digamos, en mostrarse servil mientras habla con franqueza. En realidad, los Leo son excelentes organizadores, expertos en delegar autoridad, y suficientemente fijos como para esperar con compostura el éxito final de sus grandiosos planes y promociones. Pero es posible que no tengan la misma paciencia para soportar la inconstancia de Géminis. A los grandes gatos los indigna la tendencia de los Gemelos a cruzar velozmente por la vida, desechando las convicciones pasadas como si se tratara del periódico de ayer, desprendiéndose de hogares y empleos y amigos con pequeños defectos, demasiado pronto, sin la menor reflexión retrospectiva, y limitándose a correr extasiados en pos de los nuevos intereses que los fascinan. Para el León o la Leona más leal y más lánguido, lo rápido no es siempre lo mejor, ni lo justo. Entonces Leo se sentirá obligado a esclarecer a Géminis con uno de sus pomposos discursos. «Te las ingenias bastante bien para maniobrar con las cosas. La agudeza mental de la que tanto te envaneces te llena de zanjas el sentido común, y cuando menos lo esperes tropezarás con ellas. Algún día me agradecerás esta advertencia.»
Los Leo, eternos hermanos y hermanas mayores, no pueden resistirse a pronosticar que algún día las personas que guiaron con benevolencia querrán reverenciarlos y los buscarán para agradecerles sus sabios consejos espontáneos. Como si Géminis tuviera tiempo para detenerse y confeccionar una lista de estas obligaciones. Los pájaros de Mercurio están demasiado atareados vendiendo sus ideas. En cuanto a las zanjas contra las que los alertó Leo, los Géminis se limitarán a saltar fuera de ellas. Aterrizarán en pie y volverán a patinar sobre el mismo hielo frágil, mientras Leo se enfurruña y pregunta con tono petulante: «¿Es que nunca caes en la trampa?». Bueno, sí, a veces los Géminis caen en la trampa de su propia astucia. Pero, ¿por qué preocuparse, cuando el valeroso rey (o reina) los sacará de aprietos mediante un estupendo rescate de último momento? Entonces Leo se ruborizará y hará una (modesta) reverencia, mientras Géminis entona el halago favorito del León: «¡Caray! Todo lo que decías era muy cierto. Gracias por habérmelo advertido a tiempo. No sé qué haría sin ti», exclaman los Gemelos, muy probablemente con sinceridad, ahora que han conseguido disfrutar de lo mejor de ambos mundos (la protección regia, más la libertad). «No importa —responde modestamente el León o la Leona, ronroneando y revolcándose en el bálsamo de la simpatía geminiana—. El más fuerte y sabio tiene el deber de proteger al débil y tonto de sus locuras. En el futuro no te olvides de hacer lo que te digo, y no pasarás apuros.» «¡Está bien, lo prometo!», exclaman jubilosamente los Gemelos, mientras hacen un ademán de despedida y salen disparados. Pero Géminis sabe, en el fondo de su ser, que lo que ha dicho Leo es cierto. Frustrante, engorroso, a menudo indignante… pero cierto.
Adaptación de Linda Goodman
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