¿Un Toro puede aspirar a tener una reina? La mayoría de los Toros están más cómodos en un bazar de porcelanas que en presencia de la realeza, y ya saben lo ofuscados que se sienten en el bazar. No los asustan la ostentación, pero las reverencias y los pies que se arrastran y las idas y venidas de carrozas doradas, y las coronaciones que duran días, mientras todos se achispan y dejan de trabajar. Implican sencillamente «demasiado ajetreo y pompa» para el sensato Tauro. No menosprecia la belleza. La mayoría de los Tauro poseen un talento latente (o manifiesto) por la forma artística, que se manifiesta en la pintura, la danza, la escultura o la música. Pero su mayor talento consiste en mirar el mundo a través del cristal del espíritu práctico. Guarda su dinero y sus emociones para una buena causa, y derrochar el uno o las otras en alfombras rojas y coronas no es, desde su punto de vista, una buena causa.
La chica Leo busca a un hombre que la vea como una reina, y que (además de venerarla adorarla) pueda suministrarle el tipo de vida que ella sabe que merece. Anhela un amante o consorte que le permita vivir en las condiciones a las que ella le gustaría acostumbrarse, rodeada de lujo y de amigos cultos… lo cual implica una existencia desbordante de ropas elegantes, fiestas y conversaciones sustanciosas, con sortijas en los dedos de sus manos, cascabeles en los dedos de sus pies, y quizás un ocasional viaje costoso. Es comprensible, entonces, que se sienta un poco tensa e inquieta si el hombre Tauro que ama pretende que ella permanezca en un pequeño apartamento, sirviéndole cerveza y pasapalos, mientras él mira la televisión y revisa el celular. Qué mundano y vulgar. Así que una noche ella le da una sorpresa. Le trae una jarra de su bebida preferida helada y le alcanza la revista abierta en las últimas páginas que corresponden a las listas de casas y apartamentos en venta y le calza amorosamente un par de abrigadas, confortables y modernas pantuflas. Él reacciona con un suave murmullo de gratitud y le sonríe afectuosamente.
A la noche siguiente, cuando ella llega tarde de la peluquería (porque el Tauro no le dio dinero para el taxi, y el metro estaba abarrotado), él continúa sentado allí, gruñendo porque se ha retrasado, con su cerveza y su comida, mirando la TV. Las pantuflas eran demasiado ajustadas, y además piensa que los hombres que usan pantuflas en casa son afeminados. ¿La revista? ¿Qué revista? ¿Las listas de casas? ¿Qué listas de casas? Más tarde, ella encuentra la revista pulcramente desplegada bajo el recipiente donde el gato hace sus necesidades, en la despensa. Evidentemente alguien tiene que ceder. Y no será el Toro. Los Toros no se repliegan. Se mantienen en sus trece… o arremeten. Será mejor que ella se resigne a que su amante o consorte taurino se mantenga en sus trece y que no lo provoque hasta hacerlo arremeter. Creánme. Igualmente, si ella está dispuesta a esperar, y no lo acosa, es posible que algún día le suministre todo lo que anhela, incluidas las sortijas en los dedos de las manos y los cascabeles en los dedos de los pies… y quizá hasta una hermosa casa. Es posible que él no alcance su meta de seguridad de la noche a la mañana, pero ella nunca encontrará un hombre con más probabilidades de poner algún día a sus pies (siempre que cuente con la impagable ayuda de ella) un reino de su exclusiva propiedad para que lo gobierne. Sólo hay que darle tiempo y no regañarlo.
Para el Toro, cuanto más espectacular, mejor. Tienen la afición de Venus por los «lujos necesarios» de la vida. Ella quedará hechizada, y ronroneará como una gatita. Quizás entonces comprenderá que los pies de él, aunque sólo estén enfundados en los calcetines, lo llevan en la misma dirección, y que llegará a la meta si ella lo ayuda en su marcha parsimoniosa, en lugar de ponerle obstáculos. Éste podría ser precisamente el hombre que tal vez un día le regalará a la Leona su propio yate, para celebrar su cumpleaños. (Quizá será mejor que ella imagine que se lo regalará en su aniversario de bodas. Es probable que él se muestre mucho más sentimental respecto de la segunda fecha que respecto de la primera.) Cuando el Toro haya cumplido finalmente la misión que tiene reservada en la vida —un hogar confortable, una abundante colección) — la Leona lo circundará con sus propios toques de riqueza. Cuidará que él esté cómodo y abrigado, que se pasee en calcetines sobre alfombras mullidas, bajo luces tenues, al son de violines, sofocado por atenciones constantes y sumido en una existencia plácida y serena. Nada podría hacerlo más feliz. Pero mientras él aún esté asentando los cimientos y excavando el hoyo para la piedra angular, no querrá distraerse en ceremonias palaciegas. Le disgustará que pretendan que asista a fiestas, que haga malabarismos políticos con las amigas de ella, y que se someta a los caprichos de su reina y que le pase el plumero al trono. La extravagancia de halagar constantemente su orgullo y de adular su ego le parecerá una bochornosa pérdida de tiempo, y a los Toros no les agrada derrochar el tiempo, así como no les agrada derrochar el dinero (no les agrada nada, como ya saben).
Aunque estos dos signos solares están en cuadratura, y por tanto son capaces de chocar violentamente en razón de sus discrepancias, su relación será estupenda si tienen la paciencia necesaria para esperar que en las nubes aparezcan los ribetes plateados. Disfrutarán mucho haciéndose compañía el uno al otro mientras se pasean por los aposentos de las torres, les echan comida a los cisnes del lago, comparten cenas románticas a la luz de las velas, alzan el puente levadizo que atraviesa el foso, y tiran de los cordones de terciopelo para llamar a los criados que vendrán a descorrer las sábanas de raso de sus camas de dosel importadas. Sí, he dicho camas… en plural. Probablemente tendrán cuartos separados, porque la Leona querrá disponer de su propio tocador. Al fin y al cabo, necesita un lugar donde guardar sus cremas, lociones, perfumes, aceites de baño.
Si son pacientes… bueno, Tauro es paciente, así que por lo menos la mitad del problema está resuelto. Sin embargo, ella es un signo de Fuego, y los signos de Fuego son un poco escasos de paciencia. Como consecuencia de ello, el período preliminar de edificación del castillo está un poco recargado de sobresaltos y de tensiones traicioneras, cuyas dimensiones oscilan entre las de pequeños hormigueros y las de montañas colosales. En el interín, mientras sueñan con sus dos monogramas entrelazados dentro de un corazón grabado en su platería y bordado en sus sábanas y estampado en sus porcelanas, podrán distraer las pocas horas de ocio de las que disponga el Toro, haciéndose el amor. Ésta podría ser una de las pocas circunstancias en que armonizarían totalmente. Por otro lado, podría no serlo. Depende mucho de la relación Luna-Sol entre sus horóscopos. En el lado positivo de la armonía luminaria de sus natividades, encontramos la compatibilidad física que pueden alcanzar juntos. La mujer Leo es orgullosa y altiva, incluso distante, con los desconocidos. Pero cuando la rodean los brazos del hombre que ama realmente, se convierte en una Leona apasionada, que en verdad rezuma afecto y sexualidad. El Toro no reñirá con ella cuando la Leona le pase sus manos delicadas por el cabello, le sobe la piel, le masajee la espalda, le bese la oreja y le acaricie la mano.
El hombre Tauro es casi desoladoramente vulnerable al tacto, la voz y el aroma de esta mujer, y puesto que casi todas las mujeres Leo adoran el perfume, él lo inhalará satisfecho, en su estado de éxtasis más dichoso. La fuerza de este hombre es portentosa, pero siempre corre peligro de convertirse en un Sansón entre las zarpas de una Dalila sensual y leonina. Está regido por Venus, y nada le produce tanto sosiego mental y espiritual como el hecho de colmar sus profundos y terrenales deseos románticos con una Leona apasionada… excepto el hecho de contar un fajo de flamantes billetes verdes, o de olfatear un pastel de manzana casero, recién salido del horno. Por el lado negativo, si el intercambio de energías del Sol y la Luna de sus respectivas cartas natales en cuadratura o en oposición, su armonía sexual necesitará grandes ajustes. Es posible que él se canse lenta y gradualmente, pero muy definitivamente, de hacer esfuerzos por satisfacerla y por alimentar su ego insaciable, si ella lo obliga a dormir frecuentemente solo —o a encontrarse con su espalda aburrida en el lecho—porque él no la ha hecho sentir suficientemente venerada durante el día como para que ella piense que se ha ganado el privilegio de disfrutar de sus favores regios durante la noche.
O quizá será ella quien se cansará lenta y gradualmente, pero muy definitivamente, de desear secretamente que él ponga más empeño en satisfacer sus necesidades físicas haciéndola sentirse adorada y vehementemente deseada, en el aspecto sexual. Es posible que la técnica que emplea el Toro para hacer el amor, sensual, práctica y a veces poco imaginativa, la deje despierta a su lado, durante horas y horas, soñando con el Príncipe que nunca viene a conquistar su corazón anhelante… derramando lágrimas silenciosas que no le deja ver, por orgullo, y de las que tampoco le habla, por la misma razón. Y es posible que después de un tiempo la Leona cordial, entusiasta y afectuosa, se convierta en un ser totalmente frígido. La frigidez es un peligro que siempre acecha a la mujer Leo instintivamente apasionada. Si la descuidan continuamente, abandonará los ensueños y deseos fogosos de su juventud y se congelará hasta asumir el frío desapego de la idiosincrasia leonina, que es un mecanismo de defensa contra natura, siempre muy triste. Desapego porque… ¿qué reina dejará adivinar que no le rinden total pleitesía? Ni siquiera el príncipe consorte que la ha defraudado tan trágicamente tendrá derecho a vislumbrar su corazón destrozado, ni a descubrir que ella está tremendamente vacía y sola.
El falso orgullo es el Waterloo de todo Leo. Es la combinación entre la terquedad de él y el falso orgullo de ella lo que los mantiene a ambos inquietos (o resignados) e insatisfechos. De alguna manera, no existe una comunicación sincera entre ambos. Así que nunca discuten los desencantos individuales que sufren a la hora de la posesión mutua, hasta que el amor se esclerosa transformándose en una especie de cómoda familiaridad y compañerismo… o se destroza y conduce al divorcio. A veces uno de estos dos amantes o consortes se evadirá mediante el alcohol, o las aventuras fortuitas. Pero en general, no. Ambos son básicamente demasiado honrados para ser desleales, demasiado conscientes de sus reputaciones para hacer papelones en público… y al mismo tiempo demasiado terco (él) y demasiado orgullosa (ella) para buscar una solución, tierna y afablemente… juntos. Sin embargo, nunca es demasiado tarde para que la confesión y la humildad recíproca forjen un milagro inesperado. Ambos deben empezar por recordar cómo eran sus relaciones cuando se enamoraron por primera vez. La evocación los enternecerá… y podrán avanzar a partir de allí.
A este hombre no lo complacerá que su mujer le sirva comidas refinadas ni que lo obligue a comportarse remilgadamente en casa o en público. Ella lo descubrirá la primera vez que él le grite, durante la cena: «¿Dónde está el frasco de ketchup?». <<¿y tú dices que esto es un bocadillo? Llévalo de vuelta a la cocina y agrégale unas capas más de relleno». O: «¿Qué te parece si me sirves una jarra de café, mujer? Estas tacitas de porcelana me ponen nerviosillo». No preguntéis de dónde sacó la palabra «nerviosillo». Los Tauro se las apañan para inventar palabras que tienen un acento suave, mimoso, ya sean insultantes o elogiosas. ¿Alguna vez un Toro les llamó «Cariño»? Oírlo es una experiencia de sensualidad total, lo cual no debe extrañar a nadie, porque todos tienen esa voz profunda, melosa, pastosa, con la que no puede competir ningún otro hombre, excepto los Escorpión.
Ella lo acusará de ser a veces un poco rústico, y casi siempre obstinado, como en verdad lo es. Él la acusará de ser altiva, soberbia y petulante, como en verdad lo es. ¿Qué hay que hacer, cuando las peores acusaciones contra el otro son justas y veraces? Es sencillo. (No fácil, pero sí sencillo.) Ella deberá comprender que la «rusticidad» de él no es más que un testimonio de su idiosincrasia mundana, bastante digna de fiar, y de su desprecio por lo frívolo y por lo que no es auténtico… o sea, por lo falso. Será bueno que ella lo imite. Ella también deberá admitir que la obstinación de Tauro es una prueba de la fortaleza de su carácter, y deberá dejar de estimularla deliberadamente con su comportamiento de reina consentida, que pone mala cara cuando no puede salirse con la suya. Ella siempre podrá vencer su obstinación, con asombrosa facilidad, si lo intenta, con sólo abrazarlo y besarlo y estrujarlo hasta dejarlo nuevamente conforme. Él debe comprender que la altivez de ella no es más que su protección innata contra el riesgo de exponer sus temores de ineptitud imaginaria, que la humillarían y la someterían a una penosa situación de ridículo, y debe cesar de generarla deliberadamente con su negativa a reconocer la superioridad muy concreta de ella como mujer… y su necesidad profundamente implantada de sentirse inmersa en halagos extravagantes. Él siempre podrá entenderse con ella muy fácilmente si la saca más a menudo a refulgir en público, y si le demuestra —sobre todo si le dice que sabe lo afortunado que ha sido al casarse con una dama excepcional, en todos los sentidos. (Toda mujer Leo es precisamente eso, sin que importen sus pequeños defectos.) Su Leona es inmensamente capaz de dar y de recibir amor, con la única condición de que la valoren debidamente… y la amen a cambio. Cualquiera que sea la edad del Toro, éste es en el fondo de su alma un osito de juguete, el bebé simbólico del Zodiaco, regordete, que aún está en la etapa de ocupar una sillita alta. Una vez conocí a una mujer Leo que no podía ver a su marido Tauro como una especie de «osito» ni como un individuo que inspirara algún tipo de ternura. Sólo lo veía como un hombre terco, maduro, que creía únicamente en «las cosas prácticas» y que pensaba que todos los sentimientos eran una bazofia tonta y sensiblera. Un día, la exhorté a llevarle a casa un gran Toro relleno de crin, o peludo. Uno de esos juguetes que normalmente regalamos… sí, a los bebés. Él gruñó. Nada más. Ni siquiera dijo «gracias». Se desentendió totalmente de la imagen hirsuta de sí mismo… durante semanas. La Leona ofendida y agraviada lo colocó sobre el televisor, donde era inevitable que él lo viera constantemente, pero ni siquiera así le sacó una palabra al Tauro flemático. Entonces él se enfermó. Una mañana, mientras su esposo enfermo dormía, ella quitó distraídamente el Toro de juguete de encima del televisor, al limpiar. Cuando el Tauro se despertó, su rugido retumbó por toda la casa. «¿QUÉ SE HA HECHO DE MI TORO? ¿DÓNDE HAS PUESTO MI TORO?!», vociferó. Así ella aprenderá. El Toro y la Leona tendrán que empezar a escuchar la voz de sus respectivos corazones silenciosos, suplicantes… cuando lo que ella dice realmente, detrás de su arrogancia, es: «Por favor, demuéstrame cuánto me amas»… y cuando lo que él dice realmente, detrás de su pétrea terquedad, es: «Por favor, prométeme que te quedarás conmigo y que no me abandonarás nunca».
Adaptación de Linda Goodman
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9 respuestas a “Hombre TAURO Mujer LEO”
♥
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Lo amé 😢💛
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Me encanto la historia PRECIOSA…habla un Tauro y lleva toda la razón..
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Gracias corazón
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Estoy empezando un romance con mi hombre tauro y estamos locos de pasion … soy una reyna para el y aunque no tiene mucho disposicion economica hace lo imposible por complacerme …se deja querer tan pronto con su ternura y sus halagos.😄
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Qué bueno bella!!!
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Eh leído la mejor historia parecería que fuera la propia, me haz hecho llorar por que siempre buscaba entenderme a mi y mi pareja, hoy lo eh entendido todo. Gracias!! ♡
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Gracias a ti bella, por tu testimonio. El texto es de la famosa astróloga Linda Goodman.
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[…] Conoce acá […]
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