Los hombres y mujeres Tauro son individuos callados, estables, prácticos, que procuran ocuparse de sus propios asuntos. De cuando en cuando pueden ser feroces, pero durante la mayor parte del tiempo conservan una calma admirable. Un Toro puede mirar de frente el ojo de un huracán, si es necesario, sin conmoverse ni pestañear. Sin embargo, su fuerza maravillosa y tenaz obstinación apenas pueden competir con la deslumbrante agilidad de una pareja de Gemelos, capaces de revolverse y esquivar inteligentemente cualquier amenaza terrenal… Los Gemelos son, por supuesto, dos personas distintas disfrazadas de una sola, que se autodenominan Géminis. Compadezcan a los pobres Toros que se enfrentan con estas dos personas veloces, de pies ágiles, de mente aguzada, que zigzaguean y los confunden, haciéndoles creer todo el tiempo que enfrentan a un solo torero. Es difícil entender cómo alguien puede divertirse atormentando cruelmente a una colosal y noble bestia cuyo único deseo consiste en que la dejen sola, en paz. Uno casi desea que el Toro dé en el blanco, con una súbita y furiosa embestida de sus cuernos. A veces, esto es lo que sucede.
Tengo un vecino Tauro, cuya hija, también Tauro, se enamoró de un seductor Géminis. Cuando transcurrieron seis meses sin que ella lo hubiera traído a casa para presentarlo a la familia, al Tauro se le despertó la curiosidad y finalmente empezó a preocuparse. «¿Qué significa este misterio? ¿Te avergüenzas de él? ¿Acaso este tipo tiene dos cabezas o algo así?». (Esto último lo preguntó sin imaginar que estaba muy cerca de la verdad.) Una tarde, se encontró con su hija y el amigo Géminis de ésta en la calle, y los tres (los cuatro?) se fueron a comer juntos y pudieron conocerse. El Toro descubrió, regocijado, que su futuro yerno era un hombre espabilado, apuesto, cortés y versátil. (iVaya si era versátil!). Hablaba seis idiomas, pilotaba su propio avión, se había graduado en dos universidades y tocaba el saxofón. Mientras comía, el Géminis habló brillantemente de su carrera (era asesor de relaciones públicas), de sus ideas políticas y de sus creencias religiosas. Sin duda ese hombre disfrutaba de una estabilidad económica que lo colocaba a la altura de su hija. Por fin, el Géminis comentó que debía correr a entrevistarse con su agente de Bolsa, hizo un ademán de despedida, sonriendo, y desapareció. Olvidó pagar la cuenta, pero ése había sido obviamente un descuido. Al fin y al cabo tenía muchas preocupaciones: sus clientes, sus inversiones… y su romance.
A la semana siguiente, un capricho del destino quiso que el Tauro se hiciera cortar el cabello por un peluquero que resultó ser cuñado del Géminis, y así se descubrió la verdad. El Géminis no era asesor de relaciones públicas, sino asistente de un veterinario. Tenía dos esposas y cinco hijos que había omitido mencionar. Sus títulos académicos consistían en un diploma de equivalencias del bachillerato. El avión no existía. ¿Cómo reaccionó el padre Tauro frente a esta grosera traición, que afectaba a su hija adorada y a su propia perspicacia para juzgar a los demás? Con la furia ciega y la cólera violenta de un Toro al que le han mostrado el trapo rojo más veces de las tolerables. Afortunadamente, cuando llegó al apartamento del Géminis, los «Gemelos» acababan de partir rumbo a otro destino, para incorporarse a un conjunto de rock que iba a hacer una gira. Sin embargo, el Géminis volvió dos años más tarde, experimentó la necesidad sentimental de visitar la escena del crimen romántico, y le hizo una visita a su antigua amiga Tauro. Al principio ésta se negó tenazmente a aceptar sus disculpas, pero al cabo de media hora lo había perdonado (el encanto de Géminis) y se había derretido en sus brazos. Otro capricho del destino quiso que en ese preciso instante el Toro padre entrara por la puerta. (Quiero decir que en verdad casi entró a través de la puerta.) Los ahorraré los detalles macabros. Más tarde, cuando les quitaron los puntos, los Gemelos partieron nuevamente, esta vez para radicarse definitivamente. Fue una medida sensata.
El hombre, la mujer o el niño Tauro tarda mucho en aprender, pero nunca olvida la lección aprendida. Nunca. El elefante es un animal olvidadizo, cuando se compara su memoria con la del Tauro al que lo han herido una vez. Naturalmente, no todos los (o las) Géminis mantienen a sus personalidades gemelas tan separadas como el saxofonista viajero. La mayoría de ellos (o ellas) se las ingenian para fusionar sus dos personalidades distintas en un ser humano espabilado, inteligente interesante, razonablemente honesto y reconfortantemente adaptable. De todos modos, la capacidad de Géminis para saltar de un punto de vista a otro, cuando ello le parece necesario para su supervivencia, puede producirle al Tauro la sensación desagradable de que sucede algo que él (o ella) no puede captar muy bien… o en lo que no puede confiar. Ésta es una configuración de signos solares 2-12, lo cual significa que Tauro es el signo situado inmediatamente por detrás de Géminis en la rueda kármica. En consecuencia, Géminis guarda en el alma el recuerdo de las oportunidades que se pueden perder, por un exceso de cautela taurina. Por ello los Géminis de ambos sexos, y de todas las edades, se cuidan mucho de evitar las rutinas mentales, o cualquier otro tipo de estancamiento, en esta encarnación. Sin embargo, los Gemelos comprenden la renuencia de Tauro a cambiar la seguridad por lo desconocido, y lo comprenden mejor que la mayoría de los otros signos solares porque, en un sentido inconsciente, ellos «han pasado por esa experiencia».
En cuanto a los Toros, como Géminis sigue a Tauro en el círculo astrológico, todos los hombres y mujeres Tauro intuyen vagamente que tienen algo que aprender de estos individuos espabilados y listos. Pero a Tauro le resulta difícil entender aquello que Géminis quiere enseñar. A los Toros les gustaría poder tomar la vida con más informalidad, pensar expeditivamente, desprenderse del pasado sin remordimientos y emprender alegremente una nueva aventura cada día. Él —o ella— anhela ansiosamente la libertad espiritual, chispeante y tentadora, que Géminis, situado unos pasos más adelante, agita constantemente en las narices del Tauro más lerdo. Pero… ¿y si alguien irrumpiera en la casa y robara los bienes preciosos del Toro mientras él (o ella) está fuera, cazando luciérnagas con los Gemelos? ¿Y si por casualidad tropezara, y se rompiera el dedo gordo del pie, mientras practica paracaidismo a la par de los Gemelos? ¿Y si el aire nocturno le produjera una gripe al Tauro? ¿Quién estará esperándolo en casa para atenderlo y cuidarlo? Siempre es más fácil venderle un seguro de vida o de salud a un Tauro que a un Géminis.
Una situación astrológica típica es aquella en que un vendedor o vendedora Géminis, que trabaja para la agencia de seguros de un Escorpión, engatusa a un cliente Tauro y le hace firmar una pila de pólizas y títulos diversos. Generalmente los Toros andan a la defensiva para no dejarse embaucar por los gemelos de Mercurio, excepto cuando se trata de comprar seguridad y protección invulnerables para sus familias y sus bienes, y más aún para sus ingresos futuros. Entonces, los Toros se convierten en dóciles instrumentos en manos del Géminis astuto y seductor. A menudo el Géminis más liberal y razonable interpretará como un terco prejuicio el empecinamiento dogmático del Toro en atenerse a los hechos probados y verificados. A la inversa, el Toro típico piensa que siempre es posible que una idea aparentemente correcta de la brillante lógica geminiana encubra una falacia o un engaño detrás de la volubilidad exterior. Lo que inspira a los Tauros su desconfianza inicial frente a los Géminis es la asombrosa locuacidad de los Gemelos. Cualquier individuo capaz de ejecutar semejantes malabarismos con las palabras, y de urdir con ellas relatos tan hipnóticos y llenos de ingenio y emoción, despierta las sospechas de los Toros más lacónicos, que tienden a medir cada palabra de sus raros discursos. El hombre o la mujer Géminis casi siempre es excepcionalmente elocuente, aparentemente lógico y claro, en sus exhibiciones verbales. Sólo un Libra puede competir con los poderes de persuasión del Géminis. Pero a Tauro no lo persuaden con tanta rapidez.
No todos los Géminis emplean métodos dialécticos absolutamente honestos. Algunos de ellos se evaden del tema, caen en circunloquios, e incitan al Tauro a gritar, coléricamente: «¿Quieres ir al grano? ¡Basta de racionalizar!». Géminis también tiende a utilizar formas de expresión difusas y repetitivas, en razón de lo cual a veces sus amigos, parientes, socios, amantes o consortes Tauro adoptan el hábito fijo de desconectarse, sencillamente, después de la tercera o cuarta reiteración. Una vez una astróloga destacó en una oportunidad la típica destreza verbal de Géminis, y puso como ejemplo la Epístola de San Pablo a los Romanos, del Nuevo Testamento. Los versículos 25 a 29, del segundo capítulo, y los versículos 1 a 11, del tercer capítulo, son una obra maestra de locuacidad y simpatía geminianas, en cuya confección intervino la ambigüedad de Mercurio. San Pablo, que seguramente era un Géminis, estaba obligado a decir a los gentiles romanos que la circuncisión no era un requisito imprescindible para la salvación. Al mismo tiempo, tenía un compromiso con los judíos, a los que les había dicho anteriormente que sí lo era. Sus esfuerzos por resolver con éxito esta contradicción son realmente un ejemplo clásico de lo que puede lograr la mente geminiana en sus momentos más agudos y felices, al confundir sagazmente a cada una de las partes mientras corteja irresistiblemente la aprobación de ambas. Es fácil entender por qué los Géminis sobresalen en política. Saben fusionar opiniones antagónicas y colgarlas de un hilo de veracidad, edulcoradas con simpatía y lógica, hasta crear un aura de paz e idealismo por todas partes. No en vano a Géminis lo llaman el «comunicador».
El desapego vivaz de Géminis puede ofender y ofuscar a Tauro, por turno, porque los Toros interpretan el desapego como un testimonio de que los ignoran groseramente o de que los tratan con arrogante condescendencia, y ninguna de las dos alternativas les resulta particularmente placentera. Algunos Toros llevan durante muchos años las cicatrices del rechazo real o imaginario de un signo de Aire. Esto es lo que genera a menudo esos accesos de terco empecinamiento. Los Géminis no consiguen entender, aunque en ello se les vaya la vida, cómo alguien puede incurrir en la porfía de hacer oídos sordos a toda lógica y razón. Sin embargo, una o dos palabras afectuosas, un brazo pasado por encima del hombro, o un cálido y cordial apretón de manos (cualquier forma de contacto), derretirá el tierno corazón de Tauro, regido por Venus, como si fuera mantequilla colocada al Sol. A pesar de ser muy sagaces, frecuentemente los Géminis no atinan a comprender esta fórmula mágica para ablandar la fija y firme posición mental o emocional de Tauro. La frialdad que proyecta ocasionalmente el signo mental de los Gemelos no hará más que congelar al Toro, transformándolo en un bloque más sólido de tierra obstinada. (El suelo congelado es más difícil de los Géminis siempre buscan atajos. Muy bien, Gemelos, aquí tienen un atajo para su compatibilidad con los Toros. La causa más común de tensión entre ustedes es el hábito taurino de sentir, cuando lo que él (o ella) debería hacer es pensar… y su propio hábito de pensar, cuando lo que deberíais hacer es sentir. No traten de encandilar a los toros con su brillo, desconciértenlos con abrazos.
Adaptación de Linda Goodman
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